sábado, 14 de febrero de 2009

SIEMPRE QUEDARÁ PARÍS

“La épica del maquis, su fulgor, su gloria y posterior olvido oficia como tema dominante en esta novela coral, la última del escritor aragonés Ramón Acín, cuyo epicentro narrativo va paulatinamente orientándose hacia la tierra que mejor conoce: el Pirineo… Novela dura, sin florituras ni concesiones, sin adornos ni regalos. Fría, conmovedora, violenta. Como debió de serlo la historia de aquellos hombres perdidos en la frontera del tiempo” (Juan Bolea. EL PERIÓDICO DE ARAGÓN)

“Ésta es la historia de un fuego. El autor lo prende con una novela de cadencia reposada, al ritmo de los pensamientos de quienes regresan al hogar, plenos de dudas, meditabundos ¿Se sublevará el pueblo, ahora que el fascismo ha perdido su primacía en Europa? Un fuego con sus tres fases... Libro de lenguaje escogido, no por ello retorcido, milimetrando verbos y sustantivos: casan cual pieza de rompecabezas, graduando adjetivos y perífrasis, dosificando la tensión narrativa con conocimiento de causa. No en vano, Acín sabe perfilar lo que el mismo definió, libros ha:”las sentinas de cada cual”, esto es, las catacumbas del sentimiento humano. Preside en la obra la captación psicológica de cada uno de los personajes, las distintas vertientes desde las que se divisa un mismo problema” (Amadeo Cobas. Artes y Letras. HERALDO DE ARAGÓN)

Tengo entre mis manos el último libro de Ramón Acín, Hermanos de sangre. Es una obra compuesta por catorce relatos sobre la guerra civil, la posguerra, los Pirineos y el viaje. Todavía no los he leído. Sólo me he limitado a hojear el volumen y espigar algunas frases y algunos episodios. Los saborearé durante el próximo periodo vacacional, como he saboreado aneriormente algunas de sus creaciones literarias. La lectura de su última novela, Siempre quedará París, me llenó de satisfacción y me ayudó a descubrir el mundo turbulento y angustiado del maquis en el Pirineo aragonés en la difícil década de los cuarenta. Ramón vuelve de nuevo al Pirineo, regresa a su tierra, se reconcilia con sus raíces. Sus historias siempre nos estremecen y nos dejan un poso agridulce. Porque el recuerdo se convierte en ocasiones en una catarsis y la memoria, en un rosario desdichas. Algunos opinan que hay que leer para evadirse o para olvidar. Pero en las obras de Ramón Acín el olvido es sólo una metáfora. Porque casi siempre surge el pesimismo, la fatalidad, la hostilidad y el misterio. Un misterio que, en ocasiones pugna por restañar las heridas del pasado y logra burlar el fantasma de la muerte. Son historias vividas o imaginadas, entre la realidad y la ficción. Historias de víctimas, ecos de un mundo afortunadamente sepultado. Aunque, por desgracia, siempre reaparezcan en la vida real los mismos fantasmas, las mismas rencillas, los mismos enfrentamientos. Es la materia eterna de los sueños. O de la ficción más profunda.
José María Marco (jueves, marzo 22, 2007, Josemarco.blospot.com)