sábado, 14 de febrero de 2009

EXTRAÑOS

“Ramón Acín ha realizado un tour de forcé nada fácil. Experimenta estilo y voces, usa paisajes, páginas ajenas, impresiones, huellas de ceniza. La eficacia del texto se evidencia más cuando emplea un lenguaje seco y ceñido, y aplaca su tendencia a las frases largas y subordinadas. He aquí un libro osado, a contrapelo, incómodo, difícil y a la par sugestivo, que construye un paso delante de su autor y una inflexión en su carrera de creador de ficciones, cada vez más apreciada, como se verifico en la acogida crítica de Los que están al filo (DVD, 1999)” (Antón Castro. El escaparate. EL PERIÓDICO DE ARAGÓN) 

El desencuentro entre el deseo de ser escritor y la incapacidad de escribir ha dejado algunas muestras de gran literatura. Quizás una de las mayores sea el Orlando de Virginia Woolf Orlando vive durante cinco siglos -del XVI al XX- y cambia de sexo -pasa de ser varón a ser mujer- escribiendo una obra «La encina» y conociendo la ignorancia, falsedad e hipocresía que rodea el mundo de la creación literaria. Ramón Acín ha elegido este mismo tema para su primera novela, «Extraños». Un extraño escritor, que sólo consigue tintar de vino sus blancas cuartillas, viaja por míticas ciudades mediterráneas buscando inspiración: Barcelona, Trieste, Túnez, Tánger, Alejandría, Tel-Aviv. llevado por la atracción de los grandes escritores que han llevado a esas ciudades al paraíso de la cultura literaria -Joyce, Svevo, Forster, los Bowles, Durrell, Ungaretti, Cavafis- ese escritor sólo consigue profundizar en su fracaso y su confusión. Fracaso y confusión son síntomas de una grave enfermedad: la enfermedad literaria. La relevancia y la originalidad de la novela de Acín consisten precisamente en presentamos el proceso de la creación literaria como enfermedad y al escritor como paciente. Fue Foucault quien explicó que la Modernidad había dejado de ver la enfermedad como algo ajeno al enfermo, extraíble mediante la consiguiente purga o sangría. Para el espíritu moderno la enfermedad es un modo de fundar la noción de identidad. No existe el hombre sano, sino el individuo que no ha sido convenientemente examinado. Esa es la revelación del nacimiento de la clínica. Pero la lección de Foucault va todavía más lejos, para dar de lleno en el dominio literario. La experiencia del dolor y de la enfermedad desborda el lenguaje para alcanzar la experiencia de lo inefable. La lucha contra la inefabilidad construye el sujeto individual. Y esa es la tarea que desarrolla «Extraños». Ahí está su mérito. No sólo concreta ese proceso personal de lucha con lo inefable sino que contempla el fenómeno como un problema que va más allá de la esfera individual. Ese individuo problemático, que ha abandonado a su mujer y a su hijo y que no puede librarse del fantasma dominador de su madre, es víctima de una gran debilidad: la propensión a creerse la aureola, generalmente vacua, de las palabras. Y cree que asimilando esa aureola podrá ser Dios. Pero esa creencia en la palabra seductor a sólo le lleva a la decepción y al fracaso. Las ciudades míticas no presentan tesoros de la imaginación literaria por descubrir sino degradación y suciedad. Incluso el mestizaje de culturas de la milenaria Alejandría apenas resiste. La grandeza mítica se ha desvanecido. Los escritores que han creado esos mitos siguen siendo grandes. Y Acín les rinde el tributo de la estilización. Pero pensar que la creatividad literaria puede limitarse a la estilización es un error y esa es otra de las lecciones que aporta esta novela. «Extraños» se construye nove_listicamente en dos planos, en dos contrastes: el contraste entre el viaje y el diario, por un lado, y el contraste entre el drama de la enfermedad literaria y la comedia policiaca que lo enmarca. El primero de estos planos reúne las dos líneas sobre las que ha cabalgado la narrativa de Acín: la estilización y el diario. Los relatos de viajes son estilizaciones de los autores viajeros. En palabras del novelista, son travestismos a la búsqueda de una identidad con la que curar el mal de la vida. El contrapeso de estas estilizaciones son los diarios en los que, además de constatar la imposibilidad de crear a partir de estilizaciones, se reivindica el viaje interior, buscando las causas de la frustración que nos hace personas. La conclusión de es te primer plano es la necesidad ineludible de crecimiento interior y, por tanto, de veracidad. Esta necesidad debe vencer la tendencia a la mitificación y al autoengaño, la tendencia a dejarse someter por una quimera: la de la necesidad de viajar, de ser alguien en los territorios de los demás. El segundo plano opone la enfermedad literaria a la enfermedad social. El bloque de la enfermedad literaria (los diarios, los relatos de viajes, las fa-bulas que conectan con anteriores relatos de Acín...) se ve replicado por una linea policiaca. El escritor fracasado es tomado por un peligroso agente terrorista y resulta víctima de una confabulación de mezquinos intereses del contraespionaje, lo que lo convierte en personaje de otra ficción. Esta línea tiene un innegable sentido satírico. La cara más mezquina y ridícula de la vida tiene aquí su sitio. El idealismo de la creatividad cede aquí su lugar a la miseria de una sociedad ruin, sin otra meta que no sea la supervivencia. Esta trama policial termina con el escritor fracasado sometido a juicio y encarcelado, es decir, destruyendo el esfuerzo por construir una identidad, la identidad del creador. Esta es otra de las conclusiones de «Extraños». Es la miseria y ruindad de la sociedad la causa de la rareza y de la debilidad del impulso creador. El escritor es el paciente, pero la enferma es la sociedad. Como afirma la última frase de la novela, la endeblez de la existencia humana depende de que el ser humano, para llegar a serlo, necesita reconocerse en los otros. (LUIS BELTRAN ALMERÍA, Heraldo de Aragón)