sábado, 14 de febrero de 2009

SECRETOS DEL TIEMPO ESCONDIDO

Las fusiones de narrador e ilustrador siempre han dado exquisitos frutos en Aragón: Arguilé-Nesquens, Sipán-Sanmartín, Cano-Castro... A esta breve y no cerrada lista de ejemplos hay que añadir dos nombres más: Ramón Acín y Mariano Castillo. En este tipo de uniones, los dibujos (en este caso los grabados) deben definir perfectamente el texto, porque van a comerse parte de la libertad del lector, dado que le imponen las imágenes con las que ilustran cada acción. Es I imprescindible, por lo dicho, que el nexo entre ambos artistas sea común, para que la obra parezca emanada de una única mente. De lo contrario, ambos trabajos se estorbarían. Entre Acín y Castillo existe una comunidad de ideas que ha limado cualquier aspereza (nada cuesta imaginarlos en el taller del grabador, debatiendo sobre una mesa enorme, a la vera del tórculo ocioso, pergeñando páginas entre risas y porfías). Precisa el libro en su portada "Cuentos para ser contados". En efecto, este compendio implica a los padres para que lean los cuentos a sus hijos. Es fundamental que aprovechen dichos progenitores para representar los relatos, tirando de la imaginación de Acín ("Feria del Miedo Cocón") y de sus descripciones. Facilita la tarea su lenguaje cercano ("no sabía ni papa", "era la pera"), donde proliferan tópicos visuales ("aburrirse como una ostra", "más seca que una pasa") y las enseñanzas para engatusar a los pequeños de la casa ("la ley de los duendes", "cómo convertirse en cocón"). La riqueza de la palabra de Ramón Acín no acaba aquí. Su rendición de homenaje a la tradición oral, a los cuentos que él escuchaba de niño, se derrama en un recorrido por los ríos, montañas y valles pirenaicos, fabulando el porqué de sus formas. La geografía no es un capricho de la naturaleza, tampoco han tenido nada que ver en sus transformaciones los distintos elementos geológicos. La belleza que hoy se contempla con arrobo ha sido configurada por ombres grandizos, duendes, culibillas y demás seres del imaginario aragonés. Hay que decir, por otra parte, que los cuentos no son propiedad de ningún pueblo en exclusividad, sino que se repiten por doquier, con variaciones mínimas. Su grandeza radica en que no conocen de fronteras. Las hadas (almetas buenas que velan el sueño de los soldados, cuando se duermen en su turno de guardia, avisándoles al menor peligro), los genios que conceden tres deseos, los gigantes de aspecto fiero y corazón dulce ("un cocón llamado Lito. Era grandón y feo, pero bondadoso"), la belleza injustamente castigada por la envidia... Los relatos, que hablan de "los tiempos de Maricastaña", contienen las notas propias del género, para atraer el exigente publico al que van destinados: la personificación de los accidentes orográficos, los viajes iniciáticos, cierto deje de melancolía derivada de amores imposibles, y las onomatopeyas y el lirismo que componen la forma de escribir del autor: "Cuando al sol le da por ser más vago y por acostarse más tarde". Finalmente, Mariano Castillo tiene poco que demostrar ya. Sus grabados han sido reconocidos internacionalmente. En este caso cuenta con el acierto de la editorial Prames, en una colección en la que han optado por un formato de libro en vertical, que luce más, si cabe, su trabajo. La luminosidad preside en lo que ha brotado de los moldes de cinc (grabados que están expuestos al público durante el presente mes de abril, en Ámbito Cultural de El Corte Inglés). La ternura que irradian Uñazas o el hijo del Onso hace que, en vez de dar miedo y convocar pesadillas, congreguen plácidos sueños en los pequeños. No se puede decir que complementen lo escrito, sino que lo realzan y le hacen cobrar vida en una segunda lectura, que es abundante y deliciosa ya desde las guardas, en las que un mapa sitúa el lugar en que transcurren los hechos, para que no quepan dudas. En definitiva, equilibrio de texto de Acín e imagen de Castillo, sabiamente contrapesados, sin restarse importancia, en un intento por rescatar de las garras del olvido estas historias conmovedoras, esos secretos del tiempo escondido, que no tienen base cientifíca alguna y por ello no pueden haber existido. ¿O sí? (Amadeo Cobas. Artes y Letras. HERALDO DE ARAGÓN)