viernes, 5 de diciembre de 2014

SIEMPRE QUEDARÁ PARÍS por Alberto SERRANO DOLADER

Caspe Literario. “Siempre Quedará París” De Ramón Acín.

(en El Agitador. Publicación bajoaragonesa de agitación y Propaganda)
por Alberto Serrano Dolader.

Va para diez años, el 8 de noviembre de 2005, el catedrático de literatura Ramón Acín presentó en Zaragoza su novela “Siempre quedará París”, retrato literario de las peripecias humanas que vivieron los maquis en su lucha antifranquista por tierras de Aragón. El autor declaró a la prensa: “Para este libro ha sido determinante el hecho de que conociera a Ángel Fernández en Toulouse. Él era quien conducía el coche de quienes iban a atentar contra Franco en Caspe, un atentado que se suspendió cuando se enteraron de que en el tren iban muchos civiles”. El volumen prometía. Adquirí el libro (doscientas páginas del sello sevillano Algaida) y no me defraudó. Me vuelve a agradar ahora, cuando lo releo.
            Ciertamente, el episodio (“el intento más serio de matar al Generalísimo en las cercanías de Caspe” p. 138) solo aparece de refilón y mediado ya el texto. Pero la obra, que no se plantea como lección de historia sino como creación literaria, perfila atinadamente la idiosincrasia de quienes protagonizaron aquel movimiento guerrillero. Aunque la sombra de los preparativos del atentado se intuye como fondo en algunas páginas, el párrafo más directo y casi único se inserta en el momento en que una cuadrilla que se movía por el Sobrarbe y los somontanos se dirige hacia el sur: “Habían recibido la orden de estar atentos a lo que pudiera ocurrir en las proximidades del Ebro, entre Sástago y Caspe, donde estaba prevista una acción que, según les fue comunicada en clave desde Francia, perseguía los máximos objetivos. ‘Una acción definitiva contra FFS’, decía el mensaje”, o sea: “Franco, Falange y Secuaces” (p. 129).
            Autor de numerosos artículos sobre literatura y de varios libros de narrativa,  dinamizador de programas de promoción a la lectura, jurado del Premio Nacional de Poesía y Ensayo… Ramón Acín ha visitado Caspe en no pocas ocasiones, ya sea para participar en ferias del libro y firmar ejemplares (1996), para integrar tribunales encargados de fallar certámenes literarios (1999), o presentar a autores de prestigio en charlas públicas (por ejemplo, en 2013 Manuel Vicent).
            El protagonista que hace las veces de hilo conductor de “Siempre quedará París” es Villacampa, un ex oficial del ejército de la República, exiliado en Francia (donde luchó en la Resistencia) que a mediados de los cuarenta entra por el valle de Arán al mando de una partida dispuesta a combatir la dictadura en tierras aragonesas. El dibujo biográfico del personaje de la novela tiene mucho que ver con el guerrillero sobrarbense Joaquín Arasanz Raso (1917-1995), que respondió al mismo alias.
            Estratega y hombre de acción con nervios templados, el Villacampa del relato ha llevado una vida que ha sido “un auténtico mantenerse en pie, en combate permanente. A la búsqueda de una inasible victoria” (p. 19).  Fiel a sus camaradas y a su ideal “jamás se ha separado de la pistola, una miniatura casi femenina, arrebatada al cadáver de un teniente alemán después de la batalla de La Magdeleine” (p 36).    
En la segunda parte de la novela juega un papel destacado Luisa, una maestra de la última promoción de la República que ejerció en Caspe, donde permaneció “hasta que se produjo la evacuación de la ciudad ante la avalancha fascista, mediado el invierno del 38” (p.160). Se enamoró de Joseph Pons i Cerdanyola (“tenso, fuerte, atento y vigilante como buen defensor de la República”, p. 161), quien también fue maestro, en Barcelona, antes de que la guerra lo convirtiese en oficial de la 9º Brigada Mixta (“Él era de los que se entregaban de verdad. Sabía sacrificarse”, p. 186). No sé yo si la Luisa literaria deberá algo a la real Palmira Plá, una cretense que impartió docencia en el Caspe de aquellos años. Víctor Juan estudió a fondo a Palmira y noveló su romance con el combatiente republicano Paco Ponzán (“Por escribir sus nombres”, 2007).
            El caso es que en la obra de Ramón Acín, Luisa y Joseph se verán por última vez, muy enamorados, en marzo de 1938, en Bot. El conflicto bélico les impide reencontrarse. Tras la victoria de Franco, ella convierte la búsqueda de su amado “en el guión de su vida” (p. 167). En 1960 – todavía no sabe si él está vivo o muerto- la maestra ve pasar los días en una pardina del Pirineo:
            “Luisa suele mirar primero y, a continuación, sonreír. Lo hace siempre. Es su habitual forma de dar la bienvenida. (…)           ‘Una loca’, tiende a pensar todo el mundo cuando se topa con ella. A la perplejidad y al recelo que inyecta su andar desgarbado se superponen los gestos sin control de su rostro o los tembleques de su cuerpo. Y, a veces, también un avizorar desabrido que, después de su sonrisa, cuando se le manifiesta, atrae como un imán hasta hundir un océano de incertidumbres a quien la saluda.  Sin embargo, la apariencia nunca es la realidad” (p. 147).
            Cuando, en 1961, Luisa se entere de que Joseph murió en 1950 cerca de Valencia, al intentar enlazar con el Grupo Guerrillero de Levante, sabrá también que en la postguerra su enamorado se convirtió en “pieza clave de los servicios de inteligencia” de quienes se enfrentaban al nuevo régimen: “Borraba huellas como nadie. Adquirió identidades insospechadas y estuvo donde nadie podía imaginarlo” (p. 186).
            No quiero que se me olvide Mauricio el Fusilao, secundario de la novela que en el relato literario también era de Caspe:
            “Cuando los fascistas ocuparon su pueblo, los ardores republicanos que profesaba le llevaron sin preámbulo alguno al pelotón de fusilamiento. Un anochecer de agosto, en del 36, junto a otros represaliados, en un barranco de las afueras le aplicaron el más expedito concepto del juicio sumarísimo. El que empieza por el final: la muerte. Entre el amasijo de cuerpos abatidos, la suerte le salió al encuentro en dos ocasiones. La primera, tal vez, el tirador tocado en suerte fuera inexperto o tal vez errase a propósito. La segunda, el oficial que daba el tiro de gracia ahorró balas, descerrajando únicamente a los que se lamentaban de no haber muerto en el acto. Sigiloso, se escurrió por el barranco y ganó las líneas republicanas…” (168).
            Este pasaje está inspirado en lo que le ocurrió al maellano Mariano Mustieles García, con quien no pudo acabar ni el pelotón de fusilamiento, ni el oficial encargado de pegarle el tiro de gracia… pero ni aún así se libró de la prisión. Quien quiera conocer su sorprendente historia que acuda al documentado trabajo que José Luis Ledesma publicó en el volumen colectivo “Los años de los que no te hablé II” (Los libros del Agitador, 2013).

Alberto Serrano Dolader

lunes, 23 de junio de 2014

YA NO ESTOY ENTRE VOSOTROS en ALGUNOS BLOG


http://www.nullediesinelinea.es/2014/06/nombres-propios-escritores-de-aqui.html520/06/junio/201407:44
Nombres propios:Escritores de aquí

Acín es catedrático de Lengua y Literatura en la Universidad de Zaragoza, escritor y crítico literario. Ha publicado libros de cuentos, novelas, dietarios y ensayos. En toda la amplia y compleja profundidad del término, es un hombre de letras, una persona que vive bajo el aura de la creatividad y husmea en todo momento ese inquietante -- y muchas veces incómodo y hasta angustiante-- efluvio que emana de la humanidad, donde el escritor de raza va hilvanando de forma incesante historias y personajes, escenarios, impresiones, colores y emociones. La historia que desvela en "Ya no estoy entre vosotros" (quizá un título demasiado obvio y banal para la carga emocional y crítica que se va desgranando en la novela) --con un estilo que recuerda a un Balzac o a un Mauriac-- refleja con pericia una saga familiar provinciana y poderosa enfrentada al duelo por una mujer, la abuela, epítome de fuerza y centro radial de una familia en decadencia. El observador, "el nieto preferido" aporta la mirada del ausente, desapegada aunque no neutral. Testigo crítico, austero y reflexivo, va comentando las entradas y salidas de los personajes, la familia, los vecinos. Deja un sabor amargo y melancólico, como cuando uno acaba de leer al Joyce de "Dublineses", concretamente su relato "Los muertos".

 (lagartosquebrada.blogspot.com/2012/12/libros-que-me-gustaron.html)
LIBROS QUE ME GUSTARON: Ya no estoy entre vosotros, de Ramón Acín
El objetivo de una novela apunta de normal hacia el compendio total de una época, de una vida. Un retrato de la misma con la fidelidad que proporciona la ficción y el apoyo de la realidad. Esto es lo que ha conseguido Ramón Acín con Ya no estoy entre vosotros. La muerte de la abuela en la casona familiar permite a Ramón Acín recorrer tiempos no muy lejanos a través de la historia de una familia, poderosa en la ciudad pequeña y en la comarca, un auténtico clan regido por la voz autoritaria de esa abuela ahora en el ataúd y a la que han venido a velar casi todos los descendientes y allegados. Narración trazada desde el punto de vista del nieto, (ahora ronda la cincuentena) que ante el cadáver de la abuela revive sus recuerdos infantiles con los primos (sobre todo con Elisa). Poco a poco abre el abanico para mostrarnos todos los personajes que habitaron la casona. Unos recuerdos que va entrelazando con familiares (abuelo, tíos, primos) que tiene delante, en el velatorio y con quienes va hablando, recordando y mostrando su vida actual y su historia. Pasando factura, también. Pasado y presente. Una disección de cada miembro de la familia (incluido el narrador), un análisis detenido de muchos de ellos, tanto de los que lograron romper el cerco opresor de la abuela como de los que quedaron atrapados en la casona. Comenzando por la jefa del clan, la abuela autoritaria, santurrona y manipuladora, una actitud que daba pie a la duda, a si detrás de ese proceder no escondía algo. Siempre, el poder. La abuela lo mantuvo con mano dura. Su muerte marca el fin de una época, de una forma de vivir ya periclitada en la que de los tiempos de abolengo solo permanece la añoranza.
Novela muy bien ambientada, en la época y en el paisaje, que es fácilmente reconocible. Ramón Acín nos tiene acostumbrados a un lenguaje claro y preciso y en Ya no estoy entre vosotros lo expone con maestría. Una novela llena de vitalidad y que engancha desde la primera página

LA FAMILIA QUE SE FUE A LA RUINA (por MARÍA DUBON)


 Ya no estoy entre vosotros, la última novela de Ramón Acín, publicada por Mira Editores, es una galería de retratos, de piezas desordenadas de un puzle que la memoria irá encajando hasta componer el paisaje de la familia Alba.
La abuela del protagonista, y matriarca de los Alba, ha fallecido y su muerte convoca a familiares y allegados en un velatorio que servirá de excusa para revisar el pasado de la estirpe. Ramón, el nieto preferido de la finada, ha llegado con el tiempo justo para despedirse de la centenaria anciana, de esa abuela glamurosa y severa, afectuosa y dura, contradictoria, que repartía cariño y miedo en estudiadas dosis. La muerte permite a Ramón ver a su abuela con ojos nuevos, los de un hombre adulto que contempla la figura engrandecida por la infancia en su dimensión real. Porque la abuela, líder incontestable de la familia Alba, tenía el alma llena de heridas y cicatrices, tal vez por eso blindó con hierro su corazón, se volvió despótica y cruel y organizó vidas ajenas a su antojo, lanzando sentencias inapelables que establecerían rumbos y determinarían destinos.
La abuela muerta, su cuerpo pequeño y seco, encajado en un ataúd, es la confirmación de un final que se anuncia en el deterioro de la vieja casona, amenazada de ruina inminente, y en esa familia dispersa, al fin libre de la opresión que ejerció la anciana, aunque marcada para siempre por las secuelas de palabras y decretos antojadizos.
Los reencuentros entre parientes sirven para evocar el pasado y reescribir un presente que no es sino la consecuencia de mentiras, verdades, ocultaciones y realidades adaptadas para que resulten más llevaderas, para que no se conviertan en un lastre oneroso en la conciencia. A través de recuerdos y conversaciones conocemos a los miembros de la familia y sabemos de la vida de Ramón, condicionado desde niño por la dominante presencia de su abuela, influido por sus decisiones, trastocado por un acontecimiento dramático que ha anegado su existencia con una tristeza que le devora las entrañas.
Ramón revive su pasado en la casona de los Alba, cuando la alcurnia de sus moradores los colocaba a una altura orgullosa y distante, muy alejada de los demás habitantes de aquella pequeña ciudad de provincias en la que reinaron en tiempos pretéritos. Los juegos infantiles con los primos, los secretos que toda familia guarda y que casi siempre afloran para que el tiempo cumpla su cometido y coloque cada cosa en su sitio, los oropeles y las miserias de los Alba, se desgranan en los capítulos de Ya no estoy entre vosotros, aderezados con unas imprescindibles notas a pie de página, en las que el editor o el autor centran la historia.
Ramón Acín narra con agilidad y maestría las interioridades de una familia que se derrumba con la muerte de la abuela. Su prosa nos lleva por escenarios íntimos, por los recovecos de unos personajes descritos con brillantez. No puedo pasar por alto al reseñar la obra la magistral descripción que el autor hace sobre la literatura, un perfecto esbozo que esclarece cualquier teoría, aportando un conocimiento profundo y certero sobre el oficio de escribir y que concluye con una reflexión filosófica acerca de la vida.
La literatura y la vida, también la omnipresencia de la muerte, se dejan sentir en las páginas de Ya no estoy entre vosotros. “Todo a la mierda” es una frase lapidaria que encierra el sentido de esta farsa que llamamos vida. Ramón Acín lo ha descubierto y deja ahí sus conclusiones, para quien las quiera adoptar.
(Publicada en ARTES y LETRAS. Herado de Aragón. 17 de Junio 2014) 

lunes, 17 de marzo de 2014

UNA PRESENTACIÓN (Ángeles Brocate. Club de lectura)


ABRIR LA PUERTA.RAMON ACÍN

Club de Lectura de La Almunia

Permítanme que me presente, soy simplemente quien pone fin a la vida, solo eso.

Normalmente me llaman Muerte, mejor dicho, La Muerte.

No se, porque, siempre se piensa en mi en femenino (bueno, puede que hablemos de ello mas tarde).

Pero yo y mi trabajo pasaríamos desapercibidos si a alguien no se le ocurriera hablar, mejo dicho, escribir sobre nosotros.

De cómo y de que manera absurda, a veces, acabamos con lo que ya tenía fecha de caducidad, para que sin ningún porque ni razón se vuelva eterno.

Y hoy, no se si por casualidad, me he encontrado con algo aparentemente pequeño (un librito de 12 X 17, con 121 páginas y 12 relatos) pero lleno de antiguas vidas que no caerán en el olvido, lo merezcan o no.

Escritos en un lenguaje rico (como sino meter 9 adjetivos en dos líneas sin perder el ritmo) y denso.

Densidad que envuelve a los personajes como un protector plástico de burbujas, burbujas llenas de citas a lugares (ya que recorremos desde el Pirineo, a Mallorca pasando por el desierto, París o Londinium) citas a personajes celebres reales o no (desde Llamazares, Rembrandt, La Garbo, Mata-Hari, Drácula, Asterix, Tintín tantos y tantos otros), acompañados todos ellos con las putas más célebres de la historia, ¿Por qué no?

Pero entre nosotros, creo que este libro sólo habla de mí, de cómo el autor en el fondo me quiere, porque “Querer es distinto a amar, querer es admirar, soportar, someterse, compartir, y, muchas, muchas mas cosas”.

Cosas que en parte, y sin que sirva de precedente, siento hoy por el escritor que ha dedicado a mí y a mi trabajo este pequeño gran libro. (lo siento, a La Muerte, como mujer que es, también le gusta que la halaguen).

Y es que la muerte engancha. ¿O no?

(Un pequeño inciso, espero que nadie se atreva a llevarme la contraria, vamos, ni en sueños. ¡Por que, no se si saben pero… no me sienta nada bien!)

Por todo ello permítanme presentar al que hoy por hoy es mi cronista favorito con una de las últimas palabras de su libro, “GUAU”.

Señoras y señores, con todos ustedes el hacedor de “ABRIR LA PUERTA”, Ramón Acín

martes, 7 de enero de 2014

CUANDO ES LARGA LA SOMBRA en la Revista NARRATIVAS


CUANDO ES LARGA LA SOMBRA, de Ramón Acín

Ramón Acín nos muestra su certera visión del mundo de la cultura y de la literatura en la obra Cuando es larga la sombra, y el panorama que describe resulta descorazonador: la cultura ha pasado a ser un producto más de la sociedad de mercado, el lector es mero consumi-dor, no existe un canon artístico, el libro ha perdido su papel hegemó-nico frente a las nuevas tecnologías, la novela actual es un ejercicio de autoanálisis que rinde pleitesía al yo, el escritor es un obrero de la

pluma, la función del crítico ha desaparecido, las editoriales venden sus artefactos a golpe de pu-blicidad… Acín desarrolla éstas y otras cuestiones y Cuando es larga la sombra se convierte en un soberbio ensayo que analiza de forma ágil, amena y didáctica los problemas que aquejan a nuestra literatura. Es una crítica clara y feroz a la cultura de mercado, un texto que defiende la LITERATURA.

La cultura se ha democratizado y esto, per se, no es malo, aunque tampoco puede afirmarse que sea bueno. Hay que ofrecer productos que lleguen a una amplia diversidad de personas, por eso la cultura ha rebajado su nivel con el fin de resultar accesible para la mayoría: un público sin dema-siado criterio y poco exigente que se conforma con lo que le echan. La cultura ha dejado de tener una función formativa, se mueve por intereses puramente comerciales y busca, ante todo, ser eco-nómicamente rentable. Una buena novela es una novela que se vende por millares, es la más com-prada, al margen de su calidad literaria, desdeñando su contenido y, a falta de un canon literario, cualquier texto puede obtener el calificativo de literario. También el crítico se ha adaptado a los nuevos tiempos, el juez justo que ilumina al lector con su verdad literaria se ha convertido en un simple comentarista al servicio de la propaganda, no de la literatura.

Un literato no es la persona que escribe bien, con mayor o menor grado de excelencia. El escritor actual se valora más por su fama, por su éxito y por su capacidad de generar ventas, que por su habilidad al provocar emociones o suscitar reflexiones. La cantidad de obras vendidas se equipara al valor literario. Tanto vendes, tanto vales, es la máxima que se le aplica al autor, de manera que vender, y no escribir, es el objetivo. La obra, ante todo, ha de ser rentable porque las editoriales son parte de grupos económicos que dedican sus esfuerzos a obtener beneficios, que manejan el mercado, crean cultura, influyen en ella, venden productos y realzan el valor de los mismos con su prestigio.

Y llegamos a la última pieza del engranaje, al lector. En las escuelas no se enseña a leer. Leer es algo más que interpretar signos, requiere capacidad de abstracción, juicio analítico, comprensión del texto, y en las aulas no se fomenta este tipo de lectura. Leer no es una tarea escolar más. Leer es gozar de una actividad íntima y placentera, es abrir la mente para contemplar el panorama que el libro nos muestra, es aprender, sentir, pensar… Y la mayoría de nuestros estudiantes no sabe leer de esta manera. Buena parte de los lectores escoge libros que le diviertan, que le alejen de la rutina cotidiana, las editoriales lo saben, los escritores lo saben y así la «literatura» se llena de obras endebles, de palabrería vana que no ahonda en ninguna cuestión. Porque la reflexión, la maduración de una idea, requiere tiempo, y es precisamente tiempo lo que nos falta, pues el mer-cado de la oferta y la demanda exige rapidez, variación constante. El resultado es una literatura bastarda, de apariencia artística pero privada de los aditamentos esenciales que harían de ella arte, creación.

Ramón Acín no vislumbra un final feliz, yo le propongo consuelo con las palabras de Bécquer: «Po-drá no haber poetas, pero siempre habrá poesía».

© María Dubón http://dubones.blogspot.com.es