lunes, 15 de noviembre de 2021

ENTREVISTA (Publicada en Andalán.es y realizada por Joaquín Callabed. 4 noviembre 2021)



EN EL CAMINO

RAMÓN ACÍN.ESCRITOR

¿Qué supone nacer en Piedrafita y los Pirineos? Infancia, familia, estudios y Filosofía y Letras ¿Por qué?
Siendo sincero, con contundencia, una suerte total.
Pero para mí suerte es una palabra que va unida a otra igual de significativa y que sé que preside también mi trayectoria vital: Azar. Tal vez porque soy de los que piensan que vivir es puro azar (unido al esfuerzo, por supuesto).
No obstante, responder a tus preguntas supone ir por partes:
- Como azar, pero sobre todo como suerte, considero mi nacimiento en Piedrafita de Jaca, en pleno corazón del Pirineo. Gracias a ello tuve una infancia paradisíaca, en contacto total con la naturaleza, con los animales y con las tradiciones propias de una zona rural de montaña próxima a Francia. Y, además, sin nada que rompiese la ingenuidad propia de la edad infantil, y sí con todos los aditamentos necesarios y posibles para soñar con sus montañas, sus espacios, sus mitos y sus historias. Una suerte y un azar, repito, que me llenó de paisaje y de amor por lo natural, por la tradición, por la mitología y por la identidad pirenaicas, hasta el punto que parte de ese bagaje ha acabado siendo protagonista clave en bastantes de mis novelas (Siempre quedará París, Muerde el Silencio, pongamos por caso). También fue ese azar o esa suerte lo que me llevó a saber de leyendas y tradiciones ( visibles en Secretos del tiempo escondido), de historia, guerras fratricidas y de guerrilleros o maquis tan presentes en varios de mis novelas y libros de cuentos (Manual de héroes, Hermanos de sangre, El tamaño del mundo...). Estoy seguro que sin esas vivencias de infancia, con sus paisajes, sus gentes y sus historias, mi literatura no sería la misma. Sí, tuve mucha suerte al nacer donde nací.
- Azar y suerte fue sin duda, la Casa en la que vine al mundo (en el Pirineo se nos conoce no por el nombre de pila, sino por el nombre de la Casa en la que se nace), con unos abuelos y padres amantes de los libros y deseosos de conocer más allá del horizonte de su mirada y de su espacio vital. Algo que para mí quedó fielmente atestiguado desde niño con los dos periódicos a los que mi familia estaba suscrita: Heraldo de Aragón y El Noticiero, amén de revistas religiosas como El Reinado Social y El mensajero de San Antonio,(mi abuelo, descreído, mi abuela, creyente), todas ellas lecturas claves de mi infancia y, sin duda, quicio de mi afición a escribir.
- Azar fue también nacer en una familia y tener una familia que te llevaba de viaje en sus viajes para conocer otros lugares, otros paisajes y otras gentes, es decir, a conocer el mundo (algo de ello cuento en Cinco mujeres en la vida de un hombre). Y azar fue que en uno de esos viajes, acompañando a mi padre a la Feria de Jaca, tuviese la fortuna de toparme con una librería, quedar imantado ante su escaparate y que la mirada de mi padre adivinase mi deseo. Desde aquel día la literatura ha sido y es una constante en mi vida, porque el regalo paterno de Veinte mil leguas de viaje submarino abrió no sólo mis expectativas de mundo (un chico entre montañas pirenaicas conoce así el mar y los animales que lo pueblan, además de saber de submarinos, entre otras cosas), sino que redobló mi afición por escribir y asentó mi decisión por el estudio para llegar a la Universidad aunque las cartas todavía no estuvieran marcadas para la escritura. Y no lo estaban porque en la balanza de mis deseos, durante varios años permanecieron estando a la par tanto mis gustos por la literatura como los tendentes a la medicina e, incluso, a la veterinaria.
Recuerdos de algún profesor o maestro.
La indecisión (ciencias o letras) de la que hablo permaneció durante mi adolescencia y fue también el azar quien actúo como elemento resolutorio ante el dilema: la Anábasis, de Jenofonte, recién leída por indicación de mi profesor de griego en el quinto curso del entonces bachillerato superior (Serafín Agut, qué magnífico elenco el profesorado de aquel público Instituto Goya de Zaragoza), se impuso a la curiosidad de disecciones de bivalvos y ranas a la hora de matricularme en la Universidad. Es decir, que Filosofía y Letras venció y se impuso a Medicina o Veterinaria.
Cuánto pesan los profesores y cuánto pesan en uno los compañeros de viaje. Pienso en profesores como la catedrática de Universidad Pilar Palomo (que leyó mis primeros cuentos, algunos conformarían luego Manual de héroes, mi primer libro literario), en Víctor García de la Concha o en Agustín Sánchez Vidal (más compañero de creación y amigo que el admirado profesor que fue) quienes empujaron mis deseos de escribir.
La vida es azar y depara sorpresas. Una tras otra. Y, por supuesto, depara compañeros de viaje que son parte y fundamento de mi trayectoria literaria. Además, vivir siempre será comprenderse y comprender el entorno y a quienes lo componen. Somos, pues, el cúmulo de azarosas búsquedas de la otredad, tan complementaria para la vida de uno mismo. Y la escritura o, mejor, la creación literaria, junto con el departir enseñanzas, son las más adecuadas vías para esa búsqueda. Porque la escritura/creación literaria como la enseñanza traen sorpresas, amigos, discípulos que luego serán amigos, lecturas y mundos que nos hacen crecer, ahondar y comprender. Por eso, pienso también en la importancia de mis compañeros de viaje como Ángel Guinda, José Luis Alegre Cudós, Luis Bazán, Joaquín Sánchez Vallés, Jesús Rubio... con quienes soñé en unos encuentros de poesía a lo largo de los años1974 y 1975, y por los que, gracias a su contacto, supe que jamás dominaría el palo poético pese a mis pinitos (3 poemas publicados en el libro colectivo Poesía Universitaria).
Catedrático de literatura. ¿Discípulos?....¿qué tal la experiencia? ¿tu filosofía como profesor? Escritor… libros...el último...el próximo.. ¿cuantos libros publicados?
Sigo con el azar a cuestas. Porque azar fue lo que siguió cuando, tras terminar mis estudios y aprobar las oposiciones de Insituto en ese mismo año, buscando la huida del territorio conocido, el destino me llevó durante dos cursos escolares a Lérida (Bellpuig por más señas, 1977-1979). Allí, al ejercer el cargo de vicedirector del instituto, viajé con frecuencia a Barcelona en la que, cumplidos los asuntos de la profesión, me dedicaba a husmear en librerías de viejo. En un de esos husmeos, conocí a un incipiente Jesús Moncada con quien compartí transtierro melancólico por lo común de nuestros paraísos de infancia (vida rural, naturaleza, locus amoenus perdido. Lo haría después también con Julio Llamazares, Giménez Corbatón o Mateo Diez) y comencé a frecuentar escritores y a tener amigos escritores.
Amigos que aumentaron cuando, al regresar a Zaragoza a finales de 1979, hice crítica literaria en Andalán (¿no es azar que la redacción del quincenal estuviera justo enfrente del instituto de donde impartía clase?) velando armas periodísticas y creciendo en pasión y amor literarios junto a amigos claves como Eloy Fernández Clemente, José Antonio Labordeta, Lola Campos, Plácido Díez, Carlos Forcadell, José Luis Rodríguez, Javier Delgado... antes de saltar al El Día de Aragón, primero y a Heraldo de Aragón, después, dos periódicos en los que la literatura me sirvió para desarrollar mi labor crítica y para ejercer de entrevistador de escritores.
En cuanto a mi condición de catedrático de literatura debo apuntar que luché contra una enseñanza mostrenca, memorística y apenas creativa, autoritaria y que apenas atendía a la otredad de los alumnos, dos aspectos que para mí siempre fueron una constante a supear. Una lucha que me llevó a empaparme de pedagogía y de filosofía al tiempo que participaba en movimientos de renovación pedagógica (Escuela de Verana de Aragón, por ejemplo). Fueron éstas unas circunstancias vitales y, sobre todo, la llave crucial de la futura experiencia de Invitación a la lectura (1985-1911) y a los 25 años de este proyecto común con profesores y escritores (alrededor de 500 escritores pasaron por las aulas aragonesas con la presencia de gente como Saramago, Günter Gras, Cees Noteboom, Jorge Edwards, Martín Gaite, Torrente Ballester, Vázquez Montalban, Marías, Muñoz Molina, Vila Matas…). 25 años que generaron nuevas amistades, además de ser 25 años de lectura y enseñanza, la otra pasión en busca de la otredad.
En la enseñanza, la presencia de los otros y su búsqueda llovía en mi persona sobre mojado. Experimentar y buscar salidas literarias o culturales estaba antes en la base de la pedagógica aula itinerante La Cuenca del Ara, convertida en libro (1985) y, también, en la experimentación “Sala de arte Mixto 4”, premio nacional “Giner de los Ríos”, mi primer gran premio (charlas con pintores, programación de actividades escolares en torno a la pintura, exposiciones de pintores locales y artistas nacionales incipientes Ouka Lele, por ejemplo).
De la mano de la enseñanza caminó también esa necesidad de saber del otro, de los otros y del “cuerpo físico” donde viven. Una necesidad que está, por supuesto, en los inicios mi trayectoria ensayística. Coincidir con José Luis Calvo (hoy profesor de Universidad de Zaragoza) en el IES Grande Covián supuso el debate literario día tras día, el intercambio de opiniones, la transmisión de lecturas... propiciando la fijación por escrito de lo que más me atrapaba en aquel momento que se circunscribía a la fuerte comercialización de la literatura en detrimento del canon y la calidad. Así nació Narrativa o consumo literario (que José Luis Rodríguez acogió en Prensas Universitarias de Zaragoza) y que abrió la ventana de las conferencias en Universidades, institutos Cervantes y demás espacios culturales, junto al resto de mis ensayos posteriores (Literatura y mercado, La línea que como de tu mano), llevándome al viaje y a la observación del otro (país, paisajes y paisanaje) y a “la literatura de viajes”, pasión que también ha ocupado mis días como queda patente en Por el Valle de Broto, a finales de los 80, o en mi más reciente publicación Un nadar que no cesa ( 2020, Editorial Fórcola).
También el azar me condujo a la prensa y como una cosa lleva a la otra, también fue el en forma de amistad (el escritor José Mª Latorre me puso en contacto con Miguel Riera, director de la revista Quimera), una circunstancia que después me llevó a escribir en otras revistas literarias (Ínsula, Cuadernos Hispanoamericanos, El Urogallo, Leer, Turia, La Página, Letra Internacional...). Revistas que, por añadidura, aportaron nuevos amigos periodistas, críticos y gentes de cultura. Todas ellas personas valiosísimas que, desde el principio, me ayudaron a crecer hacia fuera. Unos publicando mis primeros textos (Ildefonso Manuel Gil), otros animándome a dar el salto a la creación (Rafael Conte, Carlos Galán, Santos Sanz Villanueva...) y algunos dándome cobijo (Juan Domínguez Lasierra, Benjamín Prado, Aurelio Loureiro...).
Como azarosa considero también la gratísima aventura de El Bosque, fruto de dos encargos por separado (a Javier Barreiro y a mí) de la Diputación de Zaragoza, en aquel momento bajo mando socialista, para crear una revista de fuste literraio. Encargos que felizmente se fundieron en uno sólo proyecto (Javier Barreiro y yo éramos amigos y supimos ver la fusión). Y azar o suerte fue coincidir en la quimera de otra revista, La duda, con Manuel Vilas, Carlos Gurpegui, Giménez Corbatón y Chusé Aragüés. Dos travesías que abrieron nuevas facetas en mi persona y que tanto me han enriquecido personalmente.
De entre todas mis singladuras a lomos de la literatura, quizás la más anecdótica y azarosa sea la que conforma mi aparición como autor de algunos libros juveniles. Una singladura nacida sin pretensión alguna desde el disfrute para entretenimiento de mi hija y de su amiga. En el pueblecito de Broto, mi residencia durante un verano, para calmar sus energías infantiles y distraer educando, ideé una historia para ellas. Una historia que, tras su lectura diaria, fue creciendo hasta acabar en libro: Terror en la Cartuja (en realidad se titulaba En el lado oscuro) cuando Mª Jesús Gómez Navarro de Edelvives me preguntó si tenía algún texto para jóvenes. Pregunta que se repetiría de vez en cuando con Anaya y Oxford y con el consabido resultado de Misterio en el Collado y El caso de la cofradía. Curiosamente no publiqué nada en la editorial “Alba Joven” cuando, como director de colección, tuve tan a mano esa posibilidad que ni se me pasó por la cabeza.
Si nacer en una familia y no en otra o si tener una padres de primera (gustosos de la lectura y tenedores de algunos libros) como he apuntado antes es una lotería, el hecho de escribir supone el premio gordo. Un premio gordo que te lleva a los otros, al encuentro con los otros y tras su hallazgo, al encuentro con uno mismo. Es decir, lo ajeno y lo desconocido como autodescubrimiento personal. Escribir y enseñar te llevan a la otredad, un elemento muy básico en mi caso. Ahí están mis cuarenta años de profesor y mis más de treinta libros (novela, relato, ensayo y literatura de viajes) además de muchos relatos, artículos o breves ensayos en libros colectivos para demostrarlo.
He hablado de enseñanza, crítica literaria, ensayo, novela, literatura infantil y viajes. Queda una vertiente gozosa: la de editor. En el Gobierno de Aragón, en la Editorial Alba y en Prames.
En la década de los 80, Aragón era una Comunidad en pañales y necesitaba vestido. El periodista Enrique Calvo, entonces consejero de Cultura, tuvo la genial idea de ahondar en el pasado (recuperación facsímil de la revistas literarias aragonesas, al mando del desaparecido Luis Ballabriga) y de navegar por el presente. Y en esa navegación por el presente, el azar llamó a mi persona. Fue el más sencillo de los azares: Mi hermano José Luis llevaba publicaciones en la DGA y Enrique Calvo le pidió que yo idease una colección de literatura con autores vivos. Así nació “Crónicas del Alba”. Y de oca a oca y tiro porque me toca, una tras otra, llegaron también Alba y Prames.
Hay más azar y, por supuesto, más amigos (Luis Alberto de Cuenca en Encuentros de verano en Santander y El Escorial, José María Merino y Jorge Semprún en el Ministerio de Cultura y los Premios Nacionales. Costantino Bertolo y los premios Jaen o los prólogos en Debate editorial, Antonio Pérez Lasheras y los estudios preliminares a obras como Ignacio Martínez de Pisón. Irene Andrés- Suárez, catedrática de Neuchatel, en Suiza, y los congresos de escritores, José Luis Corral y un viaje a Toulousse donde nació la Asociación Aragonesa de Escritores...) Hay más azares, pero mejor no cansar desgranando biografía.
No creo que quepa duda alguna: el proceso de la otredad es fundamental en mi persona. Mi necesidad de conocer, comprender, saber, reflexionar... va pareja a la complementariedad recibida. Los otros (familia, profesores, amigos...e, incluso, paisaje) me han conformado como escritor y como persona.
Autores que admiras...aragoneses nacionales y extranjeros. Autores que más has leído.
La respuesta es difícil porque la enumeración sería demasiado amplia y creo que no se trata aquí de enumerar. Lo cierto es que uno es hijo de cuanto lee, sea bueno o no, porque todo enseña y ayuda a comprender, a comprenderse y a degustar la literatura. Sin embargo, siempre hay mitos que son metas inalcanzables a la vez que faros que iluminan. Mi listado personal es muy amplio y resulta imposible de resumir porque abarca muestras literarias de todas la épocas y, además, manifestadas en idiomas diversos.
En general, admiro y disfruto con los grandes hitos de la literatura universal comenzando por los clásicos griegos y romanos, tan insuperables, pasando por franceses, ingleses, rusos, italianos… y, por supuesto, por aquellos que usaron nuestro idioma como vehículo para manifestarse y crear, sin olvidar escritores chinos o japoneses que también me han interesado. A los Homero, Jenofonte, Eurípides, Horacio, Virgilio, Séneca, Plauto, Villon, Montaigne, Milton, Cervantes, Quevedo,… que fui descubriendo en la adolescencia y primeros años de universidad, se añadieron los románticos y, sobre todo, el descubrimiento de escritores y escritoras realistas rusos, italianos, franceses y españoles. Y finalmente, como crítico, la novela actual en lengua española. Y digo novela porque la faceta de crítico literario que desarrollé a partir de 1975 me llevó a centrarme en las novedades aportadas por los sellos editoriales de España.
Supongo que, como en todo lector o escritor, los gustos y admiraciones dependen del momento en el que se vive y en lo que en ese momento se lee. En mi caso, al descubrimiento de la literatura, siguió un proceso de elección azaroso. Tras encontrarme con la literatura, fui descubriendo y admirando autores conforme ascendía en los estudios y en el volumen de lectura. De los estudiados en los manuales pasé a los rastreos personales, y de la lectura de obras pertenecientes a los “muertos” (propios de la asignatura como aprendizaje y preparación académica, vanguardias incluidas), pasé a las obras de los vivos. Es decir, que desde el lejano disfrute los clásicos (en el que aún porfío), escalón tras escalón, llegué al disfrute de la novedad literaria. Así, atravesando épocas e idiomas, supe del “boom” sudamericano, de la narrativa cubana, de las literaturas centroeuropeas... hasta desembocar en la rabiosa actualidad de las novedades porque, como ya he dicho, una parte de mi persona acabó desempeñando el papel de crítico literario en varios periódicos y revistas literarias.
No obstante, voy a precisar lecturas claves. Los admirados son multitud, pero puestos en la obligación de citar nombres, ahí van algunos: Homero, Montaigne, Gracián, Cervantes, Quevedo, Valle Inclán, Dickens, Tolstoi, Galdós. Emily y Charlotte Brönte, Jane Austin, Virgina Wolf, Kafka, Bulgakov, Mann, Musil, García Márquez, Piñeira, Sciascia, Primo Levi… No quiero cansar.
¿Va bien la literatura aragonesa?
La literatura aragonesa actual se encuentra en un gran momento. Existen buenos autores y hay obras con enjundia en todos los frentes literarios (poesía, novela y, sobre todo, ensayo). Obviando otras vertientes de interesante factura como el ensayo histórico (Julián Casanova...) y hablando sólo del apartado de literario, los nombres de J. C. Mainer o Aurora Egido son referentes indiscutibles en el terreno del ensayo peninsular. Y, en narrativa, los Benjamín Jarnés, I.M. Gil o Ramón J. Sender, tres figuras claves del XX, tienen descendientes diáfanos como Ignacio Martínez de Pisón o Manuel Vilas por citar ejemplos de resonancia. También imprescindible en el panorama español la presencia aragonesa en la vertiente de la novela histórica con José Luis Corral o Javier Sierra, por ejemplo. El resumen sería: Abundancia de autores y abundancia de obras en todos los géneros y sin desentonar con el resto de España.
¿Algún hecho histórico aragonés que te haya impactado?
Nuestro pasado histórico está lleno de sucesos impactantes y con valor dentro del devenir de la Historia mundial. Basta, por ejemplo, con repasar la época dorada de la Corona de Aragón abriéndose y expansionándose por el Mediterráneo (Atenas, Neopatría, Sicilia, los almogávares, etc.) o su pérdida de identidad (Guerra de Sucesión), sin olvidar, tampoco la época de su formación como territorio con sus primeros reyes o las luchas y diferencias con la vecina Francia.
Sin embargo, personalmente, encuentro más interés literario en pequeños aspectos de nuestra Historia, digamos aragonesa, que podrían denominarse como “locales”. Aspectos y sucesos que hablan del territorio y de quienes lo poblaron y lo pueblan. Es decir, que aparecen como fundamentos de la memoria que nos conforma como país o pueblo. Pienso, por ejemplo, en sucesos derivados del enfrentamiento entre hermanos a lo largo de la Historia. Enfrentamientos que se cierran con la última tragedia que fue la Guerra Civil, tan cruel en Aragón. Un hecho que es materia literaria clave y central en algunas de mis novelas. Enfrentamientos a lomos de la guerra (Guerra de Secesión o guerras carlistas, entre otras), a lomos de la discordia entre poblaciones vecinas o a lomos de desencuentros entre clases diferentes posibilitan, junto a la épica, el dibujo del proceder de nuestra tierra aragonesa con su amplio abanico de sentimientos, emociones y actitudes.
Por citar algunos ejemplos: La invasión francesa, por el Valle de Tena, en tiempos de Felipe II con su épica retirada tras ser derrotados en la proximidades de Biescas. Las andanzas del poliédrico personaje Lupercio Latrás. La vida y leyenda del bandido Cucaracha. La matanza de moriscos de Codo por los tensino. Las muchas escaramuzas durante la Guerra de la Independencia en Aragón... y tantos otros sucesos, casi sin importancia en el conjunto de la Historia, pero que dan pie para ejecutar novelas de calado.
Académico de La Real Academia de San Luis ¿Cual fue tu discurso?
Pertenezco como miembro de la Real Academia de San Luis desde principios de la década del 2000 y, aunque apenas ingresado, entregué mi discurso (“La ficción múltiple y la crítica literaria”), después, por circunstancias de tiempo, personales sobre todo, no lo llegué a leerlo en su momento. Han pasado los años y la pereza ante un acto oficial de este tipo se ha instalado en mí. Es como una carga apenas apetecible a estas alturas de la vida.
Premios y distinciones
No soy dado a presentarme a premios. Me gusta mucho más que, al dar por terminada una obra, ésta abandone mis dominios y pase directamente al editor. Por eso, salvo en mi inicios como escritor apenas he participado en certámenes literarios y casi todos los premios que he recibido responden a obra editada o a la trayectoria personal dentro de la enseñanza o dentro del mundo literario. Solamente dos o tres premios escapan a ese modo de proceder (el premio de relato “Ciudad de Novelda” en mis inicios como narrador, el premio “Giner de los Rios”, también en mis inicios como profesor o el “Villa de Benasque” de Turismo cuando comencé a escribir sobre mis viajes ). Las demás distinciones o premios son producto de mi trayectoria personal como profesor (Cruz de “Alfonso X, el Sabio” del Ministerio de Educación, Cruz de “San José de Calasanz” Gobierno de Aragón) o como miembro del mundo de la cultura (“Aeditar”, Gremio de editores de Aragón, “Imán” Asociación Aragonesa de Escritores). En cambio si que he formado parte de muchos jurados literarios (Nacional de Ensayo y Poesía del Ministerio de Cultura, “Ciudad de Barbastro”, “Felipe Trigo”, “Jaén”…) dada mi faceta de crítico literario en diversos medios de comunicación.
Viajes...Ciudades y pueblos preferidos ¿Algún paisaje pirenaico especial?
Viajar, como leer, escribir o ejercer de profesor, es otra de mis pasiones claves. Es algo insustituible en mi vida. Cada año realizó un viaje largo y varios menores, porque, para mí, el viaje enseña, abre la mente, permite conocer el mundo y al otro, enriquece culturalmente…
Se viaja de muchas formas y espoleado por diferentes motivos (desde la necesidad al puro ocio, desde ella huida del agobio hasta la búsqueda del placer, sin olvidar la curiosidad, la observación, la reflexión, la mitomania), pero en todo viaje lo que el verdadero viajero lleva a cabo es un diálogo consigo mismo.
Con respecto a mis viajes he de confesar que algunos nacen de la mitomanía personal que deriva de lecturas de la infancia o la adolescencia. Es el caso de Egipto (por la atracción de las pirámides y la Esfinge), del aliplano boliviano y peruano (por el lago Titicaca y sus pobladores), de San Peterburgo y Moscú o, entre otros, de Canadá. A veces, los viajes dependen de la atracción sentida en la época de estudiante y con asignaturas que me abrieron su mundo (Grecia y Roma). Otras son debidas a mi pasión por la Historia (Sicilia y la Corona Aragonesa, Marruecos y el desastre colonial, Bélgica y los tercios de Flandes). También la proximidad juega su parte de influencia (Portugal, Francia). Y, por supuesto, la profesión (las conferencias, si el viaje se programa bien, permiten la visita: Kazajistán, en mi caso, es un claro ejemplo) y la necesidad de ocio n familia. Lo dicho los motivos son tan variados como los intereses de viajar.
En cuanto a ciudades preferidas, como en el caso de los escritores o de obras predilectas, también me resulta dificultoso hacer una relación. Cada ciudad tiene su identidad y su atractivo particular, sus sorpresas, su historia, su arte, su paisaje, sus formas de vida...que asombran y me llevan a la reflexión. Mis preferidas están tanto dentro como fuera de España. Citar a Cuzco, San Petersburgo, Brujas, Cracovia, El Cairo, Siena, Quebec, Moscú, Alma Ata, Marrakech, París, Edimburgo, México DF, Granada, Roma, Split… es quedarme muy corto ante las muchas ciudades que me impresionaron durante mis viajes y ante las ciudades que han dejado poso en mí. Repito: la relación a destacar sería inmensa, porque en toda ciudad, por pequeña que sea, hay posibilidad de asombro, conocimiento y reflexión.
Lógicamente entre mis sitios preferidos sitúo al Pirineo y, en él, la Partacua del Valle de Tena como mi lugar de ensueño. Fue mi paraíso de infancia que, cambiando paisaje, puede llevarme sin muchos problemas al resto de los valles que conforman, a ambos lados, la cordillera pirenaica.
¿Alguna comida especial?
Toda la comida mediterránea me encanta, pero no hago ascos a nada. Allá donde fueres, haz lo que vieres, dice el refrán y yo lo cumplo. He comido de todo sin problemas (“chapulines” en Méjico, tripas de caballo en Kazajistán….), aunque ta vez no volvería a repetir la experiencia. No obstante, debo afirmar que sí disfruto bastante con los platos típicos del Pirineo, desde un buen ajoarriero hasta la simpleza de las costillas a la brasa, sin olvidar los platos de cuchara.
Una filosofa de la vida en el momento actual
Vivir y dejar vivir.
Hacer uso de la palabra sin imponer nada.
Dialogar y ser ciudadano respetando al prójimo.
Es decir, practicar la convivencia, algo que, en el momento actual, parece desterrado ante el individualismo y el egoísmo de lo propio y el afán por medrar a costa de lo que sea.
Algún hobby? Música...pintura
El mayor hobby actual es vivir decentemente, a ser posible sin importunar a nadie.
No obstante, puestos a destacar alguno, me quedo con todo lo que se refiera al mundo de la cultura y de la ciencia. Me interesa todo lo que sea creativo y redunde en el beneficio del ser humano. Por eso, la lectura es clave en mi vida. Por supuesto, cine.
Y, sobre todo, en el ámbito más personal, caminar, recorrer senderos y subir a cimas que no ofrezcan demasiada dificultad.
Cierran librerías...¿qué hacemos o podemos hacer? Amazon...libro electrónico..
Por fortuna hay muchísima posibilidad de lectura. Desde que se inventó el alfabeto el mundo no ha dejado de fijar historias por escrito. Es una realidad que, por un lado, me relaja pues nunca se agotará la fuente de lectura y conocimiento, aunque, por otro, me agobie, pues jamás podré acceder a la totalidad de ese conocimiento y a la totalidad de los libros escritos y editados.
Debo decir que soy optimista pese a que el presente se llene de muchos nubarrones. De momento, como refugio ante cierres y cambios de modelo, existen por ahora las bibliotecas, personales o públicas, como salvación. Hay más posibilidades, por supuesto, si uno busca.
También quiero ser optimista respecto al futuro que aparece en negro. La transmisión literaria y científica, por muchos reveses recibidos, siempre ha salido airosa. Quiero pensar que sucederá lo mismo en este mundo tecnológico que está en sus inicios. Los soportes cambiarán, pero la esencia permanecerá. Ha sucedido en la Historia: piedra, piel, papiro o la imprenta antes del mundo digital y del libro electrónico. No soy adivino, pero sí, como he dicho, pienso en positivo.
Creo que debemos acostumbrarnos a ese cambio mental que supone el abandono de viejos esquemas y de soportes conocidos, aparte de confiar (con reflexión) en lo que se avecina. La negación es síntoma claro del anquilosamiento cuando la vida siempre es avance ( no siempre positivo, es verdad).
Sin duda, la perdida de las librerías será un sufrimiento que económicamente recaerá en los pequeños empresarios barridos por las multinacionales (está sucediendo), pero quiero suponer que aparecerán nuevas formas de interacción y que, pese a la saciedad devoradora del pensamiento único, la individualidad será atendida. Además, recuerdo, que el espíritu del librero que aconseja nunca ha sido de masas. Los lectores, siendo justos, casi pueden contarse con los dedos. El libro que cuenta historias es algo connatural al ser humano desde la noche de los tiempos. Y no duda que siempre estaremos ávidos de historias. La realidad y el tiempo imponen sus formas de comunicación y de intercambio. Lo que nos queda es hacerlas mejores, lo demás no importa y hasta quizá no este en nuestras manos. La nostalgia es gratificante, pero a la vez inoperante. No todo tiempo pasado fue mejor.
JOAQUIN CALLABED

viernes, 11 de junio de 2021

Ramón Acín visto por el escritor Félix Teira (Revista Imán)

 

Ramón Acín


por Félix Teira Cubel 

Revista Imán, | Número 24 / Junio 2021,  


Continúa mudo y absorto, con la vista colgada de la imagen de los Pirineos.  Más allá del trenzado de ramajes que conforman los muchos bosques que escalan tiernos por sus laderas hasta el pie de los tascales… Es capaz de adivinar abetales, pinares, hayedos, conjuntos de abedules o, incluso, los acebos aislados en las laderas de su idolatrada cordillera.”


En efecto, Ramón Acín Fanlo nació en 1952 en los Pirineos, en un pueblecito de alta montaña, Piedrafita de Jaca.  El párrafo inicial está entresacado de las decenas de descripciones de la cordillera que impregnan su literatura. Pasó allí la infancia, asombrado por las nevadas invernales, ayudando a veces a las tareas agrícolas y ganaderas de la familia; había que llevar “recado” a los pastores que cuidaban el ganado en el Puerto.  También recorrió diariamente el camino hasta la escuela de Búbal.  Un accidente del padre obligó a vender campos y ganados y bajar la familia a Zaragoza.  El paso de los años aumentaría la trascendencia de esta mudanza y lo convirtió en un miembro más de la generación del éxodo rural.  Si en algún camino encuentras gente con la casa a cuestas, no le hables de su tierra que te mirarán con rabia  —cantó Labordeta—. Con la rabia que produce abandonar lo que se ama.”  Los que perdieron el paraíso perdido infantil, como Llamazares o Moncada, con los que llegaría a trabar amistad, regresan literariamente a sus orígenes.


Sin embargo, Zaragoza le abría las puertas a la cultura.  De crío ya le había fascinado la lectura de Veinte mil leguas de viaje submarino, se lo regaló su padre cuando lo vio contemplar admirado el escaparate de una librería en Jaca.  Con los años se convertiría en un apasionado lector, una condición determinante de su personalidad. Tras los estudios universitarios, consiguió plaza de docente en un instituto, donde intentó contagiar su pasión por la literatura al alumnado. En una entrevista reflexionó sobre su vocación: “La enseñanza es material sensible y hay que vivirla a fondo, con unos anhelos humanos que no exigen otras profesiones.  Enseñar es algo especial, es modelar la mente y la persona.” En su carrera docente accedió a la condición de catedrático de Lengua y Literatura y se doctoró con una tesis sobre Javier Tomeo.


Con el sustrato de sus abundantes lecturas, comenzó a reflexionar sobre el reflejo de la narrativa en la sociedad y publicó las deducciones sociológicas en Narrativa o consumo literario (1990).  Atento siempre a lo que se escribe en Aragón, vería la luz dos años después Los dedos de la mano, donde analiza la obra de cinco aragoneses emergentes: Tomeo, Soledad Puértolas, José María Latorre, Martínez de Pisón y José María Conget. La repercusión de cuatro ensayos literarios aparecidos en la última década de siglo XX proyectan la figura de Ramón Acín fuera de Aragón como un experto en narrativa, lo que le lleva a dictar conferencias y a participar en jurados de premios nacionales.


Contaminado por la literatura, sólo era cuestión de tiempo que abordara la creación. En 1989 apareció Manual de héroes, título irónico porque sus “héroes” son personajes fracasados, una de las constantes en su literatura.  Su actitud ante la narrativa la sintetiza en estas palabras:  “Creo sinceramente que a escribir me impulsan el hecho y la necesidad de conocerme a mí mismo y conocer el entorno que me rodea. Saber del mundo y del tiempo en el que uno vive, en definitiva. Siempre he concebido la escritura como una exigencia de conocimiento y de explicación. Como un arma eficaz que ayuda ante la vida.”A partir de este momento su escritura es torrencial, compaginándola con la docencia y con la participación en múltiples proyectos culturales.  Sucesivamente, en la década de los 90, publicó La vida condenadaLos que están al filo y, en el cambio de siglo, Extraños y La marea.  En esta primera etapa, con ecos de Kafka y de Tomeo, los protagonistas son seres solitarios, zarandeados por sus obsesiones.  Un personaje paradigmático de esta etapa será el hombre-pájaro  encaramado a una ventana que protagoniza el relato “Cadáver exquisito en una tarde de lluvia”.


Autor prolífico, dio a la imprenta en 2004 Cinco mujeres en la vida de un hombre, donde su narrativa evoluciona, más luminosa e irónica, y da paso a la obra de madurez.  En este breve espacio resultan inabarcables los más de treinta títulos impresos, por eso centramos el foco en una obra señera que condensa el mundo literario de Acín Fanlo: Siempre quedará París, de 2005. En esta novela vigorosa, de aliento épico, aparecen las tres constantes de su literatura:  la huella de la guerra civil, el paisaje pirenaico y la dignidad de los derrotados. En forzada síntesis, la novela narra la peripecia vital de Villacampa, a la que se añaden las de sus amigos y familias.  Tras la derrota de 1939 el protagonista se exilia a Francia, participa en el maquis francés contra los alemanes y regresa como guerrillero a España, confiando en derrocar a la dictadura, donde sufrirá el quebranto de la segunda derrota.


Decíamos que uno de los ejes de la literatura de Acín es la guerra civil, que partió Aragón en dos, cuyas huellas en trincheras y cunetas cicatrizan el paisaje.  El tema supone una fecunda obsesión para el autor:  Creo que la guerra civil es un período clave en nuestra historia, un periodo que debe cerrarse, que es necesario cerrar bien mediante la explicación de lo sucedido y también creo que la literatura, con su aparente distancia, es un buen medio para hacerlo. Por eso, acudo a ese tiempo, a esos espacios y a esos sucesos, porque explican muy bien la condición humana que, en el fondo, es lo único que, de verdad, mueve la vida y  la hechura de la literatura. Debemos, por tanto, mantener despierta la memoria, indagando causas y consecuencias de la tragedia bélica, para evitar un nuevo tropiezo.”  No solo aborda la contienda en esta novela, la temática reaparece, bien sea como eco de fondo o tema central, en otros libros de relatos, como en Hermanos de sangre.


Ya insinuamos que el paisaje pirenaico, su mudanza, etnografía o problemática, subyace en la narrativa de Ramón Acín, que afirma: “Soy de los que piensan que la tierra y el paisaje marcan tu biografía. La cerrazón o abertura de un paisaje, sin duda para mí, incide en la forma de actuar, de pensar, de comportarse. De ahí el continuo retorno y que no haya valle ni rincón de los altivos Pirineos que no haya venteado.”  En la novela que analizamos el paisaje abrupto, durísimo en invierno, parece modelar  la reciedumbre del carácter de los protagonistas, que atraviesan la cresta fronteriza varias veces, bien como exiliados o como ingenuos invasores.  Por  supuesto no es esta la única obra que el paisaje es un protagonista en la sombra:  ya le había dedicado un libro íntimo en 1995, Aunque de nada sirva.


El tercer eje, que en Siempre quedará París se manifiesta con pujanza, es un atractivo por los perdedores, que lo emparenta con Juan Marsé.  Apenas encontramos triunfadores en la literatura de Acín, lo que no quiere decir que los personajes no tengan atractivo.  Villacampa, el guerrillero siempre derrotado, es un individuo íntegro, leal a sus principios y a sus amigos, como Montalé y Montes.  Al final sacrifica su vida personal para ayudar a la mujer e hijo de su amigo muerto.  Acaso más veraces aun, por su sufrimiento callado, son las mujeres:  la abnegación y tenacidad de Luisa y Elvira son irreductibles.


Tan solo un par de apuntes sobre la estructura de esta novela, que se repite en otras del autor.  La obra comienza cuando el hijo de Elvira cierra la puerta de la casona, echa una mirada a las tumbas de la familia alineadas bajo el viejo roble y se va definitivamente.  A partir de ahí se reconstruye la vida de cada uno de los que yacen enterrados.  Esta analepsis se va a reiterar en otras obras, como en Muerde el silencio (de nuevo un valle pirenaico alterado por la construcción de un pantano).  En este caso, en el tañido de la campana llamando al entierro de José, hay una resonancia de Sender:  Mosén Millán espera para celebrar el funeral de Paco. La misma técnica de flashback se utiliza en Extraños o en Cinco mujeres. Por último, el autor acierta con los comienzos fulgurantes: la novela se inicia cuando el hijo de Elvira, una vez cerrada la casa, le descerraja un tiro al perro de la familia para no dejarlo abandonado.  En Muerde el silencio Angelina, apenas adolescente, observa las ropas teñidas de negro: va a vestirse de luto riguroso para el entierro de su abuelo mientras oye el tañido de la campana.


No podemos olvidar la faceta de Acín Fanlo como agitador cultural y difusor de creaciones literarias, opción que compaginó con la docencia sin dejar la escritura, pues también se internó en la literatura juvenil con cuatro volúmenes, dando forma literaria a las historias que les contaba a sus hijos.  Autor polifacético e inquieto, estudió y prologó a autores tan diversos como Miguel Mihura, Martínez de Pisón, R.L. Stevenson o Jean Genet, además del conocimiento exhaustivo de la obra de Javier Tomeo.


Un proyecto puntero fue la codirección con Javier Barreiro de la revista El Bosque, necesaria en tiempos democráticos para para dar voz a los movimientos culturales y artísticos que se fraguaban en Aragón, además de reflejar las innovaciones de fuera.  Con los dos directores colaboró activamente Fernando Sanmartín y realizó una maquetación sugerente José Luis Acín.  Se publicaron doce números entre 1992 y 1996, con la participación de firmas solventes en cada uno de los apartados. La revista llenaba un hueco cultural, recogía la fiebre creativa del momento y estimulaba los movimientos emergentes. Para comprender el soplo de aire fresco y renovador de la revista, así como la ambición del proyecto, basta con citar algunas de las secciones fijas: se trataba la poesía, con ilustraciones de pintores, la narrativa, con entrevistas a autores, el ensayo literario, la música, el cine, la antropología, la investigación…  La revista estaba respaldada por el patrocinio público de dos diputaciones, siempre sometidas al vaivén de los resultados electorales, y se cerró en 1996.  Queda la estela de los doce números publicados y la búsqueda por parte de los aficionados de sus célebres separatas.


Para comprender la figura de Acín como fermento cultural hay que seguir su labor de crítico. Colaboró en QuimeraEl Urogallo,  Cuadernos HispanamericanosLeerDiario 16Revista de LibrosHeraldo de Aragón…   Además dirigió la colección “Alba Joven”, de la editorial Alba,   “Las tres Sorores” de la editorial Prames y la colección “Crónicas del Alba” del Gobierno de Aragón.


Esta dedicación, que siempre giró en el torbellino de la literatura, le proporcionó a Ramón Acín un conocimiento de primera mano de la narrativa en España que quiso trasmitir a sus alumnos.  Ansioso de que la lectura fuera elemento primordial en las clases de lengua, ideó una forma de acercar la obra a los adolescentes: la presencia del autor en el aula podía ser motivadora, generaba expectativas y posibilitaba el contraste de las opiniones del lector con el autor. Esta experiencia didáctica la ensayó Acín en su centró invitando a autores que participaban voluntariamente. Los resultados fueron satisfactorios y la propuesta se extendió a otros institutos.  Fue el germen del programa Invitación a la lectura, aparecido a mediados de los ochenta.  El potencial de la experiencia se acrecentó con el apoyo de la Dirección Provincial del MEC de Zaragoza, La Dirección General del Libro y finalmente con la asunción de esta iniciativa transformadora por el Gobierno de Aragón.  Durante más de veinte años centenares de escritores, a los que se añadirían dramaturgos, cineastas, cantautores y periodistas, recorrerían los rincones de Aragón poniendo en contacto a varias generaciones de adolescentes con lo más granado del mundo literario. Todas las firmas señeras en el panorama nacional y numerosos extranjeros (Pérez Reverte, Javier Marías, Cercas, Llamazares, Saramago, Fernán Gómez, García Montero, David Trueba, José Luis Sampedro, Fernando Savater, Günter Grass, Martínez de Pisón…) participaron en el programa, junto con autores aragoneses, a los que se prestó especial atención. Tal fue el éxito de esta experiencia pionera que fue copiada en varias comunidades.  También proyectó una imagen novedosa de Aragón en el resto de España.  Además de la organización y logística, la experiencia no hubiera triunfado sin la participación entusiasta de al menos quinientos profesores a lo largo del tiempo. Hoy día se contempla una eclosión literaria en Aragón, tanto de la novela histórica, el ensayo, la novela en general y la literatura infantil y juvenil; no sería aventurado suponer que esta floración se gestó en las décadas anteriores, cuando Invitación a la lectura supuso una efervescencia lectora. Sin motivos aparentes, tampoco económicos, pues muchos autores bajaban su caché por participar en un programa de prestigio, el programa fue suprimido.  Preguntado Ramón Acín por la experiencia respondió: Una locura literaria compartida por medio millar de profesores, otros tantos escritores a la busca y captura de los lectores jóvenes para saber de la vida, conocerse y ser más libres. Una locura de muchos para muchos que alguien, sin más, mandó a la basura desde un despacho.”


Convivir con un escritor fecundo, siempre embarcado en proyectos, no debe ser fácil.  Quizá sea difícil convivir con cualquier escritora o escritor, pues están más atentos al mundo de los sueños que a la realidad.  Pero, como cantaba Serrat en Tío Alberto: qué suerte que tienes “cochino” de hallar una compañera para andar el camino. Y no sólo el camino, sino una compañera para los viajes. Su último libro trata de lugares que han visitado, Un andar que no cesa(2020), donde reflexiona siguiendo la máxima de Proust: “Viajar no es cambiar de paisaje, es cambiar de mirada.” Tras el prólogo de Llamazares, nos da su visión de Sicilia, Véneto, Bruselas, medita sobre los cementerios de Normandía y regresa a sus lugares de siempre, pueblos abandonados para finalmente patear la ruta de Goya.


Probablemente Ramón Acín os dirá que ahora no está escribiendo.  No lo creáis, lleva la literatura en vena, se ha convertido para él en una manera de estar en el mundo. Además, en una entrevista aseguró que: a escribir me impulsan el hecho y la necesidad de conocerme a mí mismo.”  Y uno nunca termina de conocerse.  Desde aquí, larga vida.

F. Teira Cubel.