sábado, 14 de febrero de 2009

MUERDE EL SILENCIO

“La historia de tres mujeres a lo largo de casi 100 años en los que sufren la vida de la montaña desde la nostalgia, la alegría y la tristeza. Todo ello, con un fondo tejido con los acontecimientos claves de la historia de España del siglo XIX y XX, desde la guerra de Cuba hasta el Desastre del Barranco del Lobo en África, pero siempre anclado en el paisaje del Pirineo”. Eva Orué. Divertinajes.com

Progreso y tradición se enfrentan en “Muerde el silencio”, de Ramón Acín Los acontecimientos del Pirineo y España se muestran a través de una familia del Valle de Tena Ramón Acín ha situado en las tierras de su infancia y adolescencia la lucha entre las costumbres y la modernidad, para lo que se ha servido de la historia de una familia que quiere mantener intacto el mundo tradicional, el futuro y los cambios que conlleva. Todo ello ocurre en el Valle de Tena, aunque Acín aclara que “podría ser cualquier otro porque las anécdotas no son exclusivamente de este valle”. El escenario es “el Pirineo en sí mismo”. HUESCA.- En “Muerde el silencio”, último título publicado de Ramón Acín, el Pirineo altoaragonés se convierte en escenario de uno de los conflictos más antiguos que existen: la contienda entre la tradición y el progreso. Ramón Acín (Piedrafita de Jaca, 1953), doctor en Filología en la Universidad de Zaragoza, catedrático de Lengua y Literatura y autor de una veintena de obras, ha situado en las tierras de su infancia y adolescencia esta lucha entre costumbres y modernidad. Para ello se vale de la historia de una familia del Valle de Tena, más concretamente de la abuela Ángela, la madre Angelita y la nieta Angelina y del papel simbólico que cada una de ellas representa y que, respectivamente, es el del mundo tradicional, las ganas de mantenerlo intacto y el futuro y los cambios que lleva consigo. El libro supone la visión de alguien que ha pasado por los dos momentos por los que discurre la novela: el cambio y la tradición. En palabras de su autor, es “cómo esa persona vio el paisaje y el paisanaje de la zona en el pasado y cómo lo ve ahora, habiendo pasado 60 años entre un momento y otro”. Los tres protagonistas sumados conforman a su vez otro personaje, que recorre la historia de España y del Pirineo oscense. Así, tenemos constantes referencias a acontecimientos del siglo pasado como son la Guerra Civil o la de África. Estos acontecimientos pasados y la gente que nació y creció en los valles pirenaicos se ven desplazados al morir el último juez de paz del pueblo. “Aquí aparece el color negro en la novela. Empieza el negro futuro que se cierne sobre la vida tradicional”, afirma Ramón Acín. Es en este momento cuando la vida tradicional pierde otra de sus figuras representativas, que es reemplazada por la llegada de las obras hidráulicas y lo que se concibe como destrucción de su hábitat tradicional. Además, los antiguos habitantes deben enfrentarse a otro desafío: la llegada de “las golondrinas, que llegan con el verano y desaparecen con el invierno”. Estas golondrinas no son, ni más ni menos, que “los turistas, los veraneantes, los que tienen segunda residencia en el Pirineo”. Ellos son los que cambiarán la forma de vivir en el valle, sus tradiciones, sus historias y su memoria. La casa ya no será más el eje de convivencia y los vecinos del pueblo, en el que antaño se conocían todos, se convierten en seres extraños, “anónimos” con la llegada de estas “golondrinas”. Todo ello ocurre en el Valle de Tena, aunque Ramón Acín aclara que “podría ser cualquier otro porque las anécdotas no son exclusivamente de este valle, sino de muchos más”. Este deseo de no identificar el lugar de la acción únicamente en este valle está acompañado por el hecho de que en el libro se usen muchos topónimos reales pero no se nombre dónde están. Esto es así por el interés del autor de “no centrar la obra en ningún punto concreto que no sea el Pirineo aragonés. El escenario en el que transcurren los hechos es el Pirineo en sí mismo”. (Óscar ISARRE, Diario del Alto Aragón, 30 de Diciembre 2007).

 En "Muerde el silencio" no hay una sola historia; es una novela llena de pequeñas historias, salpicada por multitud de personajes cada cual más conmovedor. Aquí está el mozo que pierde sus mejores años saltando de guerra en guerra con el ejército colonial español; el peón que trabaja en todo lo que sale para alimentar a su prole, el aviador francés que huye de los nazis, el ingeniero madrileño que socava el valle y se lleva su mejor tesoro, el montañés pacífico obligado a construir refugios para matar, el hombre atrapado por la cazalla y rematado por la lejía, el enfermo amargado que disfruta amargando a los demás, el hombre que cambia la boina por el sombrero y la vida de señorito en zaragoza. Y detrás de ellos, mujeres; como han sido tradicionalmente las mujeres de nuestro pueblos: resistentes, sacrificadas, entregadas a su casa aun a costa de dejarse la salud y la vida. Esta es una novela emocionante de principio a fin, escrita con pasión, con intensidad, incluso con desgarro. Una novela escrita con pulcritud, con primor, con una gran riqueza verbal, pero también con ritmo y amenidad. Una novela que habla de un territorio enfrentado a cambios físicos y sociales que supondrán una ruptura total con todo lo anterior, una ruptura tan inevitable como dolorosa. Y una novela en la cual lo que menos importa es el final (Miguel Mena. "Artes y Letras". Heraldo de Aragón. 24-I-2008)

 "Ramón Acín publica Muerde el silencio (Algaida), una novela donde narra la vida de los montañeses, la existencia llena de sobresaltos de tres mujeres (abuela, madre e hija) y aborda también el conflicto entre la ciudad y el campo. Oímos el cántico de los ríos, el temblor de aire en las plantas, la resonancia de las montañas, percibimos los amores imposibles, tempestuosos, mudos como un peñasco inabordable”. (Antón Castro. Heraldo de Aragón. Huesca)

“Juan Goytisolo me dijo en una ocasión que para él un buen libro es aquél que cuando uno lo termina decide recomenzarlo. Éste es el caso de Muerde el silencio… libro lírico y contundente donde la peripecia vital de esta gente se narra de una forma neutra, aquí nadie juzga, no hay valoraciones morales, sólo están lo hechos fríos, duros, que entran como cuchillos en la conciencia casi sin darnos cuenta. Mientras leí la novela, evoqué la novela de William Faulkner, Mientras agonizo. La diferencia es que en Faulkner el paisaje es el que construye, quiero decir que es la muerte misma. Y, en cambio, en la novela de Acín es el paisaje quien invoca a la muerte. Después de leer esta novela, una tiene una fuerte impresión de que es la Naturaleza la que habla, el único superviviente, que mira impertérrito el sinsentido de los hombres y su breve lapso de existencia” (Paula Izquierdo. Letra Internacional)

“La relación de Ramón Acín con el territorio físico donde habitualmente transcurre su vida suele impregnar sus obras de imaginación. Por eso no es raro que este último libro encuadre su ficción en un espacio – el llamado Valle, a secas – que, aunque mítico, concentra muchas referencias de la montaña de Huesca y del valle de Tena, tan familiar al autor. Como se sabe, la conversión de territorios reales en míticos o literarios es antigua, pero en el siglo XX recobró mucha fuerza a través del Yoknapatawpha faulkneriano, determinante, en lengua española, de otros espacios imaginarios como el Santa María de Onetti, la Región de Juan Benet, el Macondo de García Márquez, y más recientemente el “reino” de Celama, de Luis Mateo Diez... Un territorio mítico de la literatura acota una parcela imaginaria convirtiéndola en arquetipo, reconstruyéndola de modo que, sin perder una referencia reconocible de lo real -conductas, tramas, encuentros, pérdidas– presente también un contenido simbólico. Muerde el silencio narra pues una parte de la vida de ese “Valle” que, trasunto imaginario de espacios reales en las auténticas montañas oscenses, cobra sentido simbólico a través de la mirada y de la voluntad del autor… La novela, en fin, narra estilizadamente, integrando diversos espacios temporales, una historia personal de desarraigo y perplejidad, y otra colectiva, de agonía y consunción, sobre uno de esos espacios españoles, que, acaso por no utilizar el chantaje de las noblezas históricas y no fomentar agresivamente las particularidades, han conocido el deterioro y la extinción en plena contemporaneidad. (José María Merino. Cuadernos Hispanoamericanos)