Ramón Acín es de
Piedrafita de Jaca, Huesca, y catedrático de Lengua y Literatura. Con estos
antecedentes se le presuponen dos cosas, humor afilado como buen maño y
conocimiento del instrumento que usa, la lengua castellana. De ambas cosas doy
fe tras haber leído su recopilación de relatos "Abrir la puerta" que
ha publicado con Ediciones Traspiés. No podemos hablar de un recién llegado a
la narrativa, bien lo saben los de esta tierra. Acín lo ha transitado todo,
desde los libros de relatos (este es el sexto, si no voy errado), la novela
(cuatro) o el ensayo (cinco). Además se ha metido en el mundo editorial y en el
de la promoción de ese insigne y necesario vicio llamado lectura. Por tanto, es
uno de los nuestros, frase peliculera que nació en el alto mundo político
anglosajón.
Resulta interesante
leer a Ramon Acín. Alguien le llamó "agitador cultural", con todas
las beneméritas connotaciones del título. Y hay algo de esa dinámica desafiante
que los de antes llamaban "èpater le bourgois" en muchas estampas de
su libro, como en "Cioconda, la Radiante", un retrato goyesco de una
"reina del Paralelo" barcelonés, o el de "El santo bebedor"
un retrato a lo Bowle de un tipo estrafalario, escritor, sablista, eremita
forzado, un tipo que "llevó siempre vida de fugitivo (de la
justicia...pero también de sí mismo" (pag.64).
Acín logra
interesarnos por su indudable voluntad de romper el género y nos ofrece una
contundente mezcla de imaginación, realidad documental (sea cierta o no),
esperpento y una cierta erudición. En "Héroes 'inmolados' " juega con
la historia y nos habla de un suicida en la plaza Venezuela de Caracas,
vinculado tras una vida azarosa con los refugiados republicanos de la guerra
civil española. Con "Lobo solitario" da una nueva vuelta de tuerca y
nos habla del fanático obsesionado con Greta Garbo, para volver en "Del
entierro de Estanis, el abacero" a nuestra guerra incivil, con una
historia buñuelesca sobre el almadiero segado por una bala perdida al final de
la batalla del Ebro. Y la historia la trufa con una deliciosa lista de hierbas
con las que el cadáver insepulto pero enferetrado de Estanis desemboca en el
Mediterráneo para una singladura sin fin (los hermanos Cohen harían una buena
película con este guión).
Con "Make-up,
make-up, make-up" Acín ya roza la broma surrealista y nos relata la
historia de un político peculiar que entre sus aficiones pregona la de
"experto en ácaros e insectos propios de la fauna de las tumbas"
(pag.50). En "Amores locos" nos habla de un amor con mal final desde
el punto de vista del tercero en discordia, donde Acín nos deja testimonio de
un cierto lirismo dentro del estilo rimbombante, y guasón en el fondo, que el
escritor practica con sorna pero sin mala leche.
En otros relatos del
pequeño pero jugoso libro juega con el tremendismo como la historia de un don
Juan peculiar "enano contrahecho y con una verga descomunal" pag.85,
o con un humor irónico y burlón vestido de articulo periodístico en "Un
espacio llamado El Ocaso" o el juego literario de "Y al final, como
todos, él dijo GUAU", en el que el humor guarda su sorpresa al terminar de
leer.
El libro de Acín me
recuerda esas muñecas rusas de diferentes tamaños que se contienen unas a
otras. En estos relatos el lector se presta con agrado al juego del narrador,
el comienzo nos extravía, el desarrollo nos confunde y al final todo cobra un
sentido. Y en cada uno de los relatos se contiene algo de lo anterior. Y ese
algo es ese humor que nace con una sonrisa, no busca la carcajada y deja una
sensación de divertida extrañeza. Vamos, humor aragonés con sus goticas de
retranca gallega y formulación austera castellana. Y, por encima de todo, la
evidencia de que Ramón Acín ha escrito exactamente lo que le venía en gana.
Pero como nos divierte, pues miel sobre hojuelas.
ABRIR LA PUERTA.- Ramón Acín.- ED.
Traspiés. 122 págs