miércoles, 20 de noviembre de 2013

CRÍTICA DE JOSÉ MARÍA MERINO, REVISTA "TURIA" (nº 108)


   ABRIR LA PUERTA. Innombrables, apócrifos y curiosidades*, de Ramón Acín
 
                                          por José María MERINO
   Ramón Acín ha acreditado desde hace mucho tiempo su entrega a la literatura a través de varios medios. Primero desde la docencia, a la que se ha dedicado extensa y profundamente, y luego dirigiendo en Aragón durante muchos años un programa escolar de animación a la lectura que no ha tenido parangón en España, y hablo desde el riguroso conocimiento del fenómeno y con la capacidad de poder establecer las comparaciones que me permiten ser tan tajante. Sin embargo, desde la otra orilla, desde la parte del autor, Acín ha practicado también con fortuna la escritura, tanto en calidad de ensayista como de creador, en este caso en el campo de la narrativa, con numerosos libros: dietarios, colecciones de cuentos, novelas y hasta ficciones destinadas al lector juvenil. Hoy presenta un libro de cuentos  insólito que, para empezar, resulta un homenaje a un elemento, el del apócrifo,  muy característico de la ficción española a lo largo de la historia.
   Empezando por los narradores de los libros de caballerías –y pienso en esa pomposa voz que “quiere que sepamos” y que nos va contando el Amadís como si fuésemos los reyes y los poderosos del mundo- y pasando por el siempre imprescindible Quijote en el que ya desde el prólogo hay una voz narrativa que no es la del autor sino la de un personaje, y donde tanto papel tiene el traductor Cide Hamete Benengeli, nuestra literatura está cargada de apócrifos: Juan Lamas, el del camisón cagado, o el “fiel de las putas”, ambos imaginados por Quevedo, enlazan sin disonancia con Jusep Torres Campalans y los numerosos poetas imaginados por Max Aub, con los machadianos Juan de Mairena y Abel Martín, e incluso, si se me permite la autocita, con el  Sabino Ordás que de vez en cuando sigue en contacto con Juan Pedro Aparicio, con Luis Mateo Diez y conmigo, que en cierta ocasión recopilamos sus “cenizas del Fénix”. Por otro lado el apócrifo, en lo que tiene de biografía fabulosa, conecta muy bien con ese tipo de relato constituido por la semblanza de un personaje, en cuya construcción fue maestro Clarín...
   Mas en “Abrir la puerta” el propio título indica la perspectiva que Acín ha buscado para agrupar este grupo de personajes que nos presenta: él nos “abre la puerta” para que nos asomemos, para que fisguemos. Alguien, el narrador que sustituye a Acín,  entreabre la hoja de esa puerta y en cierto modo nos susurra, se dirige a nosotros con discreción, con un  punto de vista que a veces es  una primera persona que parece tercera, o que es una tercera que parece primera.  Se trata de una voz confidencial, que tiende a elaborar cierta forma de relato indirecto, como murmurado. Predomina un lenguaje aparentemente coloquial en una estructura literaria canónica pero caracterizado fuertemente por la envoltura verbal que marca un continuo aire de sugerencia. El lector debe imaginar los aspectos centrales de cada uno de los personaje que el narrador inventado por Acín nos permite contemplar a través de la puerta entreabierta.
     El conjunto del libro, reúne 12 peculiares semblanzas apócrifas, referenciadas en muy diferentes espacios. Cioconda la radiante describe a un personaje femenino, entre cabaretera y cupletista, su vida en el Paralelo barcelonés y cierto diseño de su biografía en contraste peculiar con la Gioconda de Vinci.  Héroes inmolados nos  presenta a cierto suicida en Caracas, haciendo una reconstrucción acaso imaginaria de su pasado en el que por medio de insinuaciones y suposiciones derivamos en un final tenebroso. El protagonista de Lobo solitario, está obsesionado por un fetichismo mitómano. De pastor a ganchero, el protagonista de Del entierro de Estanis, el abacero, es una muestra del imprevisible destino que puede aguardarnos, entre la fascinación amorosa y las balas perdidas. En Make-up, make-up, make-up, a través de una estructura que incluye un introito y un colofón y utilizando una voz indirectísima, se recrea la biografía de un político, sus nobles ascendientes, la curiosa pasión por la entomología… Amores locos nos muestra las tumbas de  Él y de Ella; estamos en  Paris, en Nochevieja, conociendo  una tragedia sospechada, muy determinada por la  propia atmósfera del relato. No se puede precisar la santidad de El  Santo Bebedor, personaje contradictorio que es aficionado al  hachís y a los licores de hierbas y de higos, pero conocemos su permanente huida. En “Petite mort” La mueca de Tanatos,  unas hermanitas del pecar son nuestras informantes, y se construye una especie de biografía beatificada en la que se conjugan el amor y la muerte. Un espacio llamado El ocaso nos lleva a determinados lugares para un parque temático y determinado monumento hablándonos, a través de un alcalde, de  asuntos que están muy de actualidad… Y en Defensa del maestro, mediante la presentación de las ruinas de  ocho aldeas asoladas, vienen a coincidir los pecados de los ancestros con los actuales enfrentamientos vecinales. El último relato, Y al final, como todos, él dijo guau, de nuevo una mirada voluntariamente indirecta, la del encargado de su educación, su tutor, vamos conociendo al protagonista a través de innumerables ejemplos de seres semejantes.
    El sarcasmo es la principal materia nutricia de todos estos cuentos, desde una curiosa voz en la que, como señalé,  la naturalidad de la expresión coloquial se entrelaza con la descripción literaria y va desarrollando el texto sin rigidez, abierto continuamente a una especie de “flujo de memoria” que también lo comunica con la crónica –en algún caso, el propio relato aparece como una reseña de prensa-. Cada personaje se crea o se recrea mediante alusiones, y esa perspectiva indirecta, a la que me he referido a lo largo de esta reseña, le da al libro una indudable originalidad, construyendo una especie de panorama “objetivo” de personajes, en  que el narrador deja al criterio del lector el juicio definitivo sobre sus cualidades y circunstancias, en una especie de humorístico “behaviorismo”.
                                                       José María Merino
  
        * Ediciones Traspiés, Granada, 2013