viernes, 3 de junio de 2011

SIEMPRE QUEDARÁ PARÍS (blog librosyliteratura.es)




(Susana Hernández)

En esta ocasión lo tengo fácil amigos. He compartido la lectura de este libro con mi hija, ya que ella lo tenía como lectura obligatoria en literatura, (4ª de la ESO), al tiempo que en sociales estudiaban esta época de la historia de España, realizaban un viaje a los campos de refugiados de españoles en Francia, y finalmente tenían un estupendo encuentro con el autor.

En el trabajo que ha realizado sobre el libro, casi treinta folios (a mano), su profesora le ha dado una altísima puntuación. Así que, como si se tratase de un “recorta y pega”, y con el permiso de todos ustedes, ella hará hoy mi reseña:


"El autor de esta novela nos habla a través de un narrador omnisciente, y haciendo un larguísimo flash back, de un grupo de valientes que, tras perder la Guerra Civil española, siguieron desafiando a ese ejército vencedor dirigido por un dictador que robó sus sueños republicanos.

Hombres que ganaron una Guerra Mundial, como dice la contraportada, pero que perdieron por dos veces su propia guerra, y con ella su tierra, su familia, y hasta su historia.

En el libro descubrimos cómo para algunos hombres, poco a poco, todo comienza a escasear: la comida, la munición…, pero también la esperanza de recobrar la libertad.

Los maquis han pasado a la historia como personajes míticos a los que, gracias a narraciones como esta, hemos podido ir conociendo. Ramón Acín los ha acercado a nuestro entorno, como en este caso ha sucedido con el recorrido que hace por el Pirineo, pues el autor nos ha descrito, con gran lujo de detalles, las pardinas, los valles, los cortados y los bosques, dándonos una perfecta ambientación de lo dura y solitaria que debió ser la vida de estos hombres y sus familias.

Los personajes que nos presenta son duros, como la novela, fríos y valientes, pero también conmovedores, porque así es como debe resultar de la historia. Y es por eso que hoy veo como héroes a Villacampa, Mantalé, El fusilao, …, todos ellos personajes que he descubierto en “Siempre quedará París”, gentes que hasta hace muy poco habían sido maltratados o silenciados por la historia y que el autor nos presenta de una forma atractiva, nos acerca a su indignación que poco a poco se va convirtiendo en una autentica desesperanza de la que nos vamos contagiando.

Nos transmiten el dolor por los compañeros fusilados o encarcelados por los fascistas. Ese dolor, también presente y constante en aquellas mujeres que de la noche a la mañana, sin nadie saber por qué, vestían de luto por la llegada de noticias fatales. Isabelle, Elvira, Luisa… Todas ellas mujeres muy importantes que de no ser por relatos como este la Historia habría olvidado. Mujeres que sufrieron por sus novios, maridos o hijos, y a las que la tortura, la cárcel y la marginación las acompañaron ya durante toda su vida.

El autor me ha hablado, desde las páginas de su libro, con la visión de esa generación que todavía guarda un profundo dolor por el obligado silencio durante la dictadura.

Y es que Ramón Acín nació en ese Pirineo que tanto debe amar y tan bien nos describe, en el año 1952, sí, en esa época en la que parece que todo era silencio.

Este libro es un poco difícil de leer al principio. Estamos poco acostumbrados a libros en los que las descripciones sean tan extensas y exactas, esto hace avanzar la historia muy lentamente, pero se compensa con la emoción que transmite, en especial en pasajes que realmente te hacen vibrar, como la narración de los sentimientos de Villacampa, protagonista del relato, por la muerte de Montalé. La segunda parte del libro me ha gustado mucho y la he disfrutado de verdad hasta el final.

Cada una de las partes del libro comienza con citas de personajes ilustres, son citas que nos hablan de la lucha por la libertad y que de alguna manera nos anuncian lo que encontraremos. Los títulos de cada uno de los capítulos también nos ayudan a situarnos muy bien tanto en el espacio como en el tiempo.

Ha merecido la pena el esfuerzo de leer este libro porque es una forma muy interesante de conocer la historia, descubrir esos pequeños actos que los personajes van realizando y que les sirven para ponerlos en paz con sus muertos, con aquellos a los que, como diría Villacampa, no solo morían como perros, sino que enterraban como perros, lejos de cualquier tierra sagrada o amiga.

Cosas tristes y desgarradoras que duele leer pero que forman parte de la historia de España, de nuestra historia, una historia que debemos conocer, para que, con este pequeño acto de conocimiento, podamos colaborar en dignificar a aquellas personas que dieron su vida por un sueño de libertad".

Laura Carrera Hernández