viernes, 12 de marzo de 2010

HERMANOS DE SANGRE POR J.L. MELERO

Hermanos de sangre de Ramón Acín
José Luis Melero Rivas
(Presentación del libro en la Biblioteca de Aragón, Zaragoza, 6 de marzo de 2007)


Vamos a comenzar fuerte, con pegada, que esla forma de comenzar: Ramón Acín es un gran escritor, uno de los más importantes escritores aragoneses.¿En qué me baso para hacer una afirmación tan tajante?
Primero, en algo tan subjetivo y parcial como que esmi amigo desde hace ya tantos años que he perdido la cuenta y a mí me parece un escritor estupendo.
Segundo, en su trayectoria. Ramón, además de ser un gran dinamizador cultural, ha escrito artículos, crítica, ensayos, novelas, cuentos. En realidad ha frecuentado casi todos los géneros, excepto la poesía (que es un hombre de la montaña y ahí cultivan poco la sensiblería).
Y tercero, en que ha escrito un libro sobre la guerra y se ha hecho heredero de una larga tradición. Algunos de los más grandes escritores aragoneses han escrito sobre la guerra. Hagamos para comprobarlo un repaso histórico y cronológico de autores aragoneses que han publicado libros en los que la guerra civil es la trama central:
Sender publicó Contraataque, de la que primeramente se editó en forma de folleto uno de sus capítulos, Primera de Acero, por las Ediciones del Quinto Regimien - to en 1937, y luego en 1938 el texto completo publicado por las Ediciones Nuestro Pueblo, controlada estrechamente por el Partido Comunista. En la novela se narran las peripecias de Sender durante la guerra en el mes de mayo en Madrid, en Guadarrama, en el Alto del León, en Andalucía...
José Antonio Giménez Arnau publicó en Madrid El puente en 1941 y La colmena en Buenos Aires, en 1945, seis años antes de que Cela publicara la suya con el mismo título. Este hecho provocó un incidente entre ambos autores, que se zanjó con el envío de un ejemplar del libro de Cela dedicado a Giménez Arnau en estos términos: A José Antonio Giménez Arnau, dueño de «La Colmena», con el sincero afecto de su cazador furtivo.
A Giménez Arnau le pareció suficiente. La guerra está también presente en ambas novelas. El socialista exiliado Romualdo Sancho Granados publicó 98 horas. Escenas de la guerra de España en 1944. De 1949 es El rey y la reina de Sender, que éste dedicó fervorosamente a su hermano Manuel, el alcalde de Huesca asesinado por los sublevados. Narra la pasión de Rómulo, el jardinero, por su señora, la duquesa de Arlanza, a quien mantiene escondida en el torreón del palacio ocupado por los milicianos en julio del 36.
Una de las más grandes novelas de la historia de la literatura aragonesa es El cura de Almuniaced de José
Ramón Arana, publicada en Aquelarre, en México, en 1950, que tiene a un cura como protagonista, Mosén Jacinto. Narra la historia de un cura rural en los primeros años de la guerra civil, la presencia en el pueblo de tropas anarquistas, luego de los rebeldes y finalmente la muerte del sacerdote a manos de un soldado mercenario de las tropas marroquíes.
De 1953 es otro clásico: Réquiem por un campesinoespañol, de Sender, con Mosén Millán como protagonista, quien recuerda la historia de Paco el del Molino mientras espera en la sacristía la llegada de sus parientes para celebrar una misa por él. Paco el del Molino había sido asesinado por haber intentado reformar el sistema de arrendamiento de las tierras.
¡Arre, Moisés! de Eduardo Valdivia, que se publicóen 1972, trata de las memorias de otro cura, Mosén Alberto, cura ecónomo de Corvera de Alhama y capellán en el Regimiento de San Martiniano, escritas en el penal del castillo de Albañate, donde espera, condenado a muerte, el indulto o la ejecución de la sentencia. Ha entrado ya en el canon al publicarse en la Colección Larumbe de clásicos aragoneses, con edición de Jesús Rubio. Valdivia fue el director de la editorial Javalambre que publicó la mítica colección Fuendetodos, dirigida por Julio Antonio Gómez.
En el remolino de José Antonio Labordeta, recientemente publicada en Anagrama pero que había aparecido ya en Júcar en 1974 con el título de Cada cual que aprenda su juego, cuenta la historia de Braulio, el prestamista, asesinado por su convecinos en los primeros días de la guerra civil.
Su línea de fuego de Benjamín Jarnés fue escrita en 1938 pero no se publicó hasta 1980 por la editorial Guara en su Nueva Biblioteca de Autores Aragoneses. No encontraremos en ella, como es de esperar en una novela de Jarnés, el relato de hechos históricos, de batallas, de combatientes, sino una narración en la que predominan la nobleza, la tolerancia, la abnegación, en fin, valores del espíritu que contrarresten el torbellino de odios y violencia desencadenado.
Hospital de guerra de Santiago Lorén se publicó en 1981. Lorén estuvo de sanitario en la guerra y cuenta
muchas de sus experiencias. La novela se desarrolla íntegramente en Zaragoza. Lorén es un escritor a recuperar, uno de los más grandes narradores aragoneses de los últimos tiempos.
Concierto al atardecer de Ildefonso Manuel Gil es de 1992, con Teruel y la guerra también presentes. Antonio Rabinad, que aunque no nació en Aragón, se reclama siempre de familia altoaragonesa, publicó
La monja libertaria en la que se basó Vicente Aranda para rodar su película Libertarias.
Y no sólo novelas. Ramón Gil Novales publicó teatro sobre la guerra: La urna de cristal, que apareció en Larumbe, dentro de una trilogía aragonesa, en 1990.
Recientemente también se han publicado relatos, ensayos y reportajes: pensemos en Félix Teira y sus Ruinas al sol sobre Belchite, en Cambriles de José Giménez Corbatón, en Por escribir sus nombres de Víctor Juan y en Enterrar a los muertos de Ignacio Martínez de Pisón. También los prohombres zaragozanos escribían libros sobre la guerra. Así que como Ramón es sin ninguna duda un prohombre con mando en plaza también ha escrito un libro sobre la guerra.
En la revista Letras aparecieron algunas novelas ambientadas en la guerra escritas por aragoneses que tuvieron una notable presencia pública: Felipe Aragües, que fue el decano de los abogados zaragozanos y dirigió con Miguel Monserrat el boletín del Colegio de Abogados de Zaragoza, publicó una novela de espías: X-23, en 1940; Antonio Blasco del Cacho, que fue durante casi 20 años presidente de la Cámara de Comercio y por tanto de la Feria de Muestras,primer teniente de alcalde del Ayuntamiento de Zaragoza y Procurador en Cortes, publicó Cuatro fracasos. Novela de estudiantina, de amores, de guerra, en 1941; y el catedrático de Derecho Civil Francisco de Asís Sancho Rebullida, hijo del rector Miguel Sancho Izquierdo, en 1939, publicó Como las flechas en haz. Novela de la guerra y de la Falange.

Qué encontramos en Hermanos de sangre
Enfrentamientos familiares, tan habituales en todas las guerras: un hermano responsable de la muerte de otro hermano en «Huellas en Loarre», los dos abuelos del protagonista en «Dar tierra a los muertos», uno de izquierdas, siempre con la foto de su hijo asesinado, y el otro de derechas. Uno muere de sufrimiento y otro de miedo cuando muere Franco. El protagonista se pone de parte del primero.
No sólo se habla de la guerra. También de la posguerra.En «Bajo la piel» se cuentan los amores de una
maestra —desheredada por su padre carlista, seguidor de Manuel Fal Conde— con un miembro del maquis,que también había sido maestro en el Serrablo. Éste es abatido por el somatén y Alegría le guardará luto para siempre. También en «Tristán» vuelve a aparecer el tema de los maquis, pues al padre de Tristán, el pastor que se va a ir a estudiar a Zaragoza, lo mata la guardia civil porque, según algunas versiones, lo confunden con un miembro del maquis.
También se habla de la represión, en un cuento durísimo como es «La Sección (seis variaciones sobre
un mismo tema)». El policía torturador que lo deja todo después de ver matar a un preso a bayonetazos, el cura que reconoce el cadáver de su hermano al aplicarle los santos óleos, el médico alcohólico que firma los certificados de defunción, el juez que decreta las sentencias de muerte al que asesina su amante y, por fin, el Presidente de la Sección, que también morirá asesinado. Todos son los protagonistas de la represión.
Y se habla del pasado en un cuento como «Herencia» para recordarle al protagonista los crímenes cometidos en la guerra por su tío, que delató a sus antiguos amigos y llegó a darles el tiro de gracia. Y en el cuento de «El diputado», en el que también se recuerda su pasado asesino. Es decir que la guerra está siempre presente aunque hayan pasado muchos años.
Mi cuento favorito es «Somontano del 36», en el que los protagonistas, que hacen un crucero por el Volga, llegan a Goristy y allí encuentran, en la casa de un antiguo brigadista que hizo la guerra en el frente de Aragón, una botella de vino, Lalanne de 1936, de la que sólo se conocía otra en las bodegas de Barbastro. Se la regalaron a este brigadista, que hacía de camillero, después de salvar la vida de varios milicianos. Se habla de Kolstov y de Simone Weil, de Angüés, de Tierz, de Siétamo, del Hospital de Barbastro...
El libro, en un momento de ambigüedades y de revisionismo, es un libro comprometido con los perdedores: Dice Ramón en «Herencia»: «Ellos ganaron. O lo creyeron. Ellos continuaron la victoria o el engaño. Se hicieron fuertes y escribieron la historia de todos, aunque fuera únicamente su historia».
No tienen nada que ver con la guerra otros cuentos como «En la noche de San Juan», en el que la protagonista,que esa noche alcanza la mayoría de edad, se mata con el revólver del guardia de seguridad; «Silbidos de muerte», que cuenta la historia de Juanón, el pastor, que murió de un cólico miserere y que tenía alguna relación con los dueños de la casa; «Naferebamba», que es un cuento sobre los poderes mágicos de una máscara de Malí comprada a un misionero y de la relación del protagonista con un primo suyo con quien mantiene una curiosa relación de amor-odio; y los tres últimos cuentos, «El grito», «La llegada del 2001», en la que el protagonista tiene que esperar 27 años hasta ser propietario
de la casa que ocupa una vieja que no se muere nunca, y «El turista accidental», que cuenta la visita a
San Juan de Chamula y las desventuras del turista, que es golpeado y emborrachado. Lean este libro de Ramón Acín. No va a decepcionarles