lunes, 31 de agosto de 2009

MEMORIAS OBJETIVAS

MEMORIAS OBJETIVAS
Por Ángel López García-Molins. LEER, nº 205, sep. 2009, pág. 77.

La crisis de la literatura, dentro del marco más general de la crisis de la cultura, constituye un tópico del discurso en estos comienzos del siglo XXI. Sin embargo, es notable que la mayoría de los comentaristas no acierten con las claves o que, a lo sumo, lleguen a descubrirnos sólo unas pocas. Esto parece ser debido a la contradicción desde la que necesariamente conciben su discurso: por un lado, como en toda obra de crítica historiográfica contemporánea, deben distanciarse mental –ya que no pueden hacerlo biológicamente- del momento reseñado; pero, en la medida en que el hundimiento del paradigma les arrastra y afecta en lo personal, tampoco pueden evitar adoptar una postura militante y, por lo mismo, comprometida con la actualidad. Ramón Acín*, escritor y crítico literario él mismo, se encuentra así formando parte de un paradigma de ilustres antecesores que, como él, intentaron plasmar objetivamente el fin de un mundo sabiéndose parte del mismo, pero intuyendo también que la vida, pese a todo, sigue su curso. El Boecio de la Consolatio Philosophiae o el Joseph Roth de Radetzkymarsch serían ejemplos prototìpicos, el primero como espectador del hundimiento del mundo antiguo, el segundo como notario de la desaparición del imperio austro-húngaro. Sin embargo Acín no ha escrito ni un ensayo filosófico ni una novela: lo suyo podría caracterizarse mejor como un libro de memorias en el que la estructura cronológica de diario minuciosamente anotado aparece entreverada de reflexiones sobre el significado de lo que se va apuntando. Memorias objetivas, eso sí: Acín no habla de sí mismo, sólo de la vida cultural de la que forma parte.
Ello explica la peculiar estructura de este librito. Aunque el autor sólo lo sugiera en el prólogo, pero sin citar las fuentes, es obvio que lo integran trabajos suyos anteriores de crítica e historia literaria, algunos –la mitad del libro– sobre la muerte de su (y nuestro) mundo intelectual, el resto sobre los últimos de Filipinas de la literatura española. Ello causará, sin duda, extrañeza al lector, como también se la produce el título del libro, más propio de un volumen de poesía que de un estudio literario y decididamente poco comercial (yo le habría aconsejado titularlo “Literatura española: RIP”, o algo así). Sin embargo, hay que reconocer que Cuando es larga la sombra se ajusta como anillo al dedo a un libro de memorias, así que tal vez se trate de un efecto buscado por el autor después de todo.
Como siempre ocurre en estos casos, las reflexiones personales son eso, personales, por lo que el canon de la literatura española contemporánea configurado por Ramón Acín puede resultar criticable en tales y tales inclusiones y/o exclusiones. Esto es inevitable. A falta de una valoración de los autores citados –algo que la extensión del volumen no permite– la segunda parte se nutre de referencias imputables a la exclusiva responsabilidad del autor, el cual explica, con sagacidad, las razones del auge o del declive del género o subgénero al que pertenecen los escritores mencionados. Sin embargo, esta parte no resulta prescindible, precisamente porque la fragua en la que se ha forjado el libro es un conocimiento profundo y una lectura inteligente de dichos títulos. Sin este trabajo previo –algo así como el corpus de las tesis doctorales– las conclusiones a las que llega Acín en la primera parte no podrían ser otra cosa que un refrito de estudios ajenos, eso que se suele llamar el estado de la cuestión.
No ha sido así y por eso las conclusiones constituyen todo un diagnóstico implacable que necesita de la primera parte para expresarse. Desde mi `punto de vista es la más interesante y creo que habría merecido un libro independiente con un desarrollo más pormenorizado. Pero lo que tenemos es la obra que comento y el análisis riguroso del autor sobre el fin de nuestro mundo literario no defraudará al lector. La perspectiva que adopta, ya lo he dicho, es multidimensional, desde el nuevo papel del crítico hasta la nueva función social del escritor pasando por la conversión del editor en mercader y la del lector en bon vivant aproblemático. Es especialmente de agradecer que, si bien no deja de tener en cuenta el impacto de las nuevas tecnologías, Acín no se cebe en la explicación facilona de que la culpa del hundimiento de la literatura la tiene Internet. Una obra, en suma, que interesa por igual a los creadores y a su público para que sepan lo que tienen que hacer o –¿por qué no?– lo que deberían evitar a toda costa. El tiempo lo dirá.
* Ramón Acín, Cuando es larga la sombra, Zaragoza, Mira Editores, 2009.